A pesar de que esta cinta de Iñárritu parece que rompe con su filmografía anterior, el cineasta sigue hundiendo sus raíces en sus orígenes y juega con una realidad insidiosa intercalada con toques sobrenaturales de imaginarios poderes que invade la cabeza del protagonista.
Una vez más el cine nos hace pensar en la vida, el paso del tiempo, lo efímero de la fama, y como no, la fragilidad de la condición humana.
Rodada con magistral maestría en planos secuencia, Alejandro González Iñárritu consigue que el espectador se mantenga en la tensión que marca el paranoico y esquizofrénico protagonista que de manera magistral interpreta Michael Keaton. Nos traslada al laberintico y complejo mundo de los míticos teatros neoyorquinos, donde se mezclan el back stage con los transeúntes anónimos de Times Square. La cinta la completa un extraordinario reparto que de forma coral potencia el guión y ponen en valor todas las inquietudes de su director. Habría que preguntarse si detrás de cada uno de los personajes hay un ajuste de cuentas con el mundo del cine, del teatro, de la crítica y de esa terrible confrontación de egos que se producen en el mundo del espectáculo.
Verdad y acción, es el juego que mantiene en la azotea del teatro Eduard Norton y Emma Stone como las dos esferas de lo específicamente humano, la vida contemplativa y la vida activa. Stone representa la acción, el tiempo presente y señala el camino de lo que hoy importa a los actuales consumidores de imágenes, ser Trending Topic en la redes sociales, reconocer que no somos nada en un universo de miles de años y que la búsqueda del éxito es una utopía, que no nos impide seguir adelante e intentar cambiar las cosas. Frente a ella, Norton representa la seguridad irónica y mordaz del que esta en la cima del éxito y no quiere riesgos. Ambos están soberbios en sus papeles y su elección es un éxito más del film.
Otra de las apuestas que hace grande esta cinta es el sentido del humor que planea sobre todos los personajes capaces de reírse de sí mismos, consiguiendo un baile perfecto entre el drama y la comedia. Michael Keaton aporta su propio pasado en la vida real (Batman), para dar más credibilidad a la historia de todos los abismos que se abren a sus pies en esa decadencia que acompaña a la edad y a una fama ya muy lejana, en una mezcla de ansiedad por la existencia y temor al olvido.
Como ha dicho el propio Iñárritu estamos ante un metarelato, que incluye otros muchos relatos que ayudan a reflexionar sobre los cambios profundos de nuestra sociedad, a entender las mutaciones de la representación o, como lo definió Freud, a conciliar el malestar de la cultura con el porvenir de la ilusión.
La singularidad de las imágenes y la multiplicidad de sentidos a los que se abre la película, donde nada ha sido dejado al azar, incluida la última secuencia como un reto de sus guionistas a la imaginación del público. El desafío está en la capacidad del espectador de saber mirar. Godard dijo "creemos que podemos verlo todo, pero en realidad se invisibilizan miles de cosas".
- Birdman ( La inesperada virtud de la ignorancia)- - Página principal: Alejandra de Argos -