Para este escultor nacido en Bombay (1954) y residente en el Reino Unido, el origen o las raíces nada tienen que ver con la obra de un artista: «No creo en la idea del origen étnico (...). Para mí, ser un artista español, americano o inglés viene a ser igual. Lo importante es la obra». Esto sorprende sobremanera cuando Anish Kapoor es hijo de padre hindú y de madre judía, criado en la India y formado en Gran Bretaña, sin embargo, nunca ha querido reducir su obra a las peculiaridades de sus orígenes porque, para él, lo realmente importante son las cualidades símbolicas y formales de su trabajo. Pero lo cierto es que no ha podido desvincularse de los colores brillantes de su tierra natal. Sus primeros años los pasó estudiando en la Doon School de Bombai y, más tarde, en 1973, se trasladó a Londres para estudiar en la Chelsea School of Arts and Design.
Para este escultor nacido en Bombay (1954) y residente en el Reino Unido, el origen o las raíces nada tienen que ver con la obra de un artista: «No creo en la idea del origen étnico (...). Para mí, ser un artista español, americano o inglés viene a ser igual. Lo importante es la obra».
Esto sorprende sobremanera cuando Anish Kapoor es hijo de padre hindú y de madre judía, criado en la India y formado en Gran Bretaña, sin embargo, nunca ha querido reducir su obra a las peculiaridades de sus orígenes porque, para él, lo realmente importante son las cualidades símbolicas y formales de su trabajo. Pero lo cierto es que no ha podido desvincularse de los colores brillantes de su tierra natal.
Sus primeros años los pasó estudiando en la Doon School de Bombai y, más tarde, en 1973, se trasladó a Londres para estudiar en la Chelsea School of Arts and Design. Siendo todavía estudiante, participó en diferentes concursos y muestras como la exposición Art into landscape, en 1974, en la Serpentine Gallery de Londres. Se fraguaba ya la figura de uno de los máximos representantes de la denominada nueva escultura británica, junto a otros artistas como Richard Deacon y Toni Cragg. Son los años en los que el artista experimenta con los pigmentos y también cuando empieza a crear esculturas abstractas hechas con materiales naturales como el granito, la piedra caliza, el mármol o el yeso: «Soy escultor, no tengo elección, me interesan los objetos». Surgen así obras como 1000 Nombres (1, 000 Names) que luego expondría en la Galerie Patrice Alexandre de París, en 1980, en su primera exposición individual.
imagen: 1000 names, disponible en http://www.museoreinasofia.es/
Aquí empezó su éxito, engrandecido después por otros logros obtenidos en diferentes exposiciones en Gran Bretaña y Estados Unidos, en las que, en ocasiones, sus obras se vendían incluso antes de la inauguración, como fue el caso de la que realizó en la Barbara Gladstone Gallery de Nueva York. Después llegaron los premios y reconocimientos como el Premio Duemila al Mejor Artista Joven, por su participación en la 44 Bienal de Venecia, en 1990, en representación del Reino Unido y, años más tarde, (1991), el prestigioso Premio Turner.
Sus trabajos continuaron exponiéndose en museos de todo el mundo como la Tate Gallery o la Hayward Gallery de Londres, el Deutsche Guggenheim de Berlín, el Reina Sofía de Madrid, o el Kunsthalle de Basilea, y en todos ellos iba evolucionando e innovando. Durante estos años, Kapoor realiza algunas de sus obras más representativas como En el centro de las cosas (At the Hub of Things), que se considera obra cumbre de los conocidos como «vacíos» y que da paso también a la serie de esculturas que realizaría después en piedra, entre las que destaca Adam (1988), considerada una de sus obras fundamentales ya que supone la plasmación de sus estudios e ideas sobre el espacio, una de las constantes preocupaciones de su trabajo.
Para él, una obra no debe guardar marcas de su manofactura o de su proceso de creación; debe ocupar su propio lugar y tener su propio valor, más allá del artista que la ha hecho, porque lo que importa es su contemplación.
Imagen (derecha) : It is Man, disponible en http://www.museoreinasofia.es/
No contento con la simple escultura, decide dar a sus obras un carácter arquitectónico y en su obra Descenso al limbo (1992), con la que participa en Documenta IX, necesitó, por primera vez, la construcción de un edificio que la albergara. Después vinieron una serie de pequeñas realizaciones independientes que demostraron aun más el interés del artista por el control del espacio. De hecho, su primera visita a nuestro país, en 1992, fue para colaborar con el arquitecto David Connor en la creación de Edificio para un vacío, en la Expo de Sevilla. Pero su espíritu inquieto necesitaba de nuevas expresiones y será también en estos años cuando empiece a experimentar con los espejos, tal y como hace en su obra Poniendo el mundo bocabajo (Turning the World Upside Down), de 1995.
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En estos primeros años de la década de los noventa, el artista parece especialmente interesado en las dimensiones, en cómo aumentarlas, en cómo incluir al espectador en ellas: «La escala lo es todo en escultura. No temo hacer piezas grandes pues la enormidad es una de las herramientas de la escultura. Por eso es importante tener en cuenta el significado y el sentido de una pieza que nos seduce con su poesía».
Esta búsqueda, esta inquietud fue evolucionando hasta desembocar en una de sus obras más representativas, Marsyas, creada para la Tate Modern de Londres, para la serie Unilever, de la Sala de las Turbinas, en 2002. Con ella, el artista juega descaradamente con la escala humana haciendo que sus dimensiones hagan imposible verla desde un solo ángulo, de manera que el espectador deba caminar a su alrededor. Su intenso color rojo y su nombre, relacionado con la mitología griega, son el aspecto terrenal y, al mismo tiempo, espiritual de ese juego de contrarios que caracteriza la obra de este artista.
Imagen (izquierda): Ben Hoyle, disponible en http://www.thetimes.co.uk/
Imagen (derecha) : Marsyas, 2002, disponible en http://www.museoreinasofia.es
Mientras, con su título de Comandante de la Orden del Imperio Británico bajo el brazo en reconocimiento por su contribución a las artes, da otro salto más en el estilo de su obra y crea Mi patria roja (My Red Homeland) (2003) donde el color de una enorme masa roja lo inunda todo, mientras un rodillo arrastra la cera muy lentamente formando un enorme círculo que se crea y se destruye a la vez, en una especie de autocreación que lleva al origen de las cosas: «Siento que soy realmente un artista abstracto y que hago arte abstracto. Una de las condiciones de la abstracción es precisamente su idoneidad para ir hacia el principio de las cosas (...). Es por eso por lo que me interesa que los objetos se autocreen, aunque sea una ficción».
Imagen: My Red Homeland, disponible en http://www.guggenheim-bilbao.es/
Un año después, Anish Kapoor realizará su primera obra de carácter público en los Estados Unidos. Se trata de la famosísima Puerta de las nubes (Cloud Gate), instalada en el Millenium Park de Chicago. Creada a base de placas de acero inoxidable, muy pulidas, se convierte en un gigantesco arco que refleja y distorsiona a la vez el entorno en el que está. Es casi imposible sustraerse a ella y los visitantes del parque sienten una atracción especial que les empuja a traspasarla, a rodearla, a acercarse a ella. Después de esto, su prestigo le lleva a protagonizar numerosas exposiciones alrededor del mundo: en Nueva York, en Italia, en Tokio, en Brasil, sin dejar nunca de buscar nuevas formas de impactar en el espectador y de alterar los espacios en los que este se mueve.
Y así surgió otra de sus grandes obras creada para un espacio público, Espejo del cielo (Sky Mirror), situada en el Rokefeller Center de Manhattan en 2006. Muchas fueron las interpretaciones que trataron de definir esta obra: un espejo que reflejaba el cielo, el cielo traído a la tierra; pero la realidad era, nuevamente, que el artista volvía a jugar con el espacio y con la percepción del mismo: a la habitual marabunta de tráfico y personas se contraponía el espacio de un cielo atrapado en el centro cóncavo del espejo, mientras en la parte convexa, los transeúntes podían verse a sí mismos.
Imagen: Cloud Gate, disponible en http://www.cityofchicago.org/
Imagen (derecha): My SkyMirror, disponible en http://newyorkdailyphoto.com/
Llegados a este punto, cualquiera puede comprender que Anish Kapoor no renuncia a ninguna vía; ninguna posibilidad esta descartada en su imaginación. Pasa de la piedra a la cera y de esta al acero más puramente bruñido, creando obras de cualquier tamaño imaginable y traspasando cualquier barrera que podamos imaginar. ¿Cómo si no fue capaz de idear, en 2008, su proyecto Valle de los Soportes Gigantes (Tees Valley Giants)? Solo alguien que no teme al espacio y a la percepción crea una escultura llamada Temenos (en griego, «terreno sagrado») que quedaría instalada en 2010; una enorme red «cazamariposas» de 55 metros de altura y 110 de longitud como primera de una serie de esculturas públicas repartidas por Teeside, al nordeste de Inglaterra, y que realiza en colaboración con el ingeniero Cecil Balmond. Sin duda, nos está invitando a que vivamos experiencias nuevas y únicas con su arte, lleno de incertidumbre y de sorpresas e irremediablemente impactante.
Imagen (izquierda): La Mayor Obra de Arte del Mundo(1): Kapor, disponible en http://es.paperblog.com/
Imagen (derecha): La Mayor Obra de Arte del Mundo(2): Kapor, disponible en http://es.paperblog.com/
Estos logros le llevan al encargo de realizar la gran Órbita ArcelorMittal (ArcelorMittal Orbit) para las Olimpiadas de 2012 de Londres, otra vez junto al ingeniero Cecil Balmond, creando una enorme torre de acero que gira sobre sí misma y de la que se puede descender por una enorme escalera de caracol. Todos los estudios, reflexiones y cálculos los hizo el artista al tiempo que organizaba diferentes exposiciones por todo el mundo. Sus obras se mostraron al público en Londres, San Petesburgo y Bilbao. Aquí, su exposición de 2011 en el Museo Gugenheim llenó de color las salas con obras tales como Amarillo o Mi patria roja, y el exterior, con sus reflejos, que se plasmaron en El gran árbol y el ojo, hecha a base de enormes bolas de acero inoxidable.
Imagen (izquierda): ArcelorMittal Orbit, disponible en http://anishkapoor.com/
Imagen (derecha): Tall Tree & Eye, disponible en http://www.guggenheim-bilbao.es/
¿Qué podía ser lo siguiente? ¿Que nueva obra vendría a sorprender de nuevo al espectador? Leviathan: «Un monstruo marino es grande, amorfo, incontrolable y provoca emociones". Y esto es lo que provocó Kapoor, todo tipo de emociones al crear otra enorme construcción de goma roja en forma de globos concebida expresamente para la cuarta edición del Grand Palais de París. Con el nombre del monstruo bíblico, estas enormes esferas dejaban al visitante pasear por su interior como si hubieran sido engullidos por un organismo vivo, las entrañas del propio monstruo. Por fuera, vemos unas enormes esferas que intentan buscar hueco entre los hierros y el vidrio de la enorme sala del museo parisino. El éxito de su exposición lo dedicó al artista Ai Weiwei que, en aquel momento, estaba detenido por las autoridades de Pekín.
Imagen (izquierda): Leviathan disponible en http://anishkapoor.com/
Sus creaciones han seguido recorriendo el mundo, llenando con sus «vacíos» tanto los espacios públicos como las salas de los museos. En 2012, lo vimos en la Lisson Gallery de Londres, en una retrospectiva de su carrera, tras las tres décadas de colaboración entre ambos. Después en Seul, en Sidney, en Estambul. Y en 2013, lo encontramos en Matsushima (Japón) con un enorme auditorio móvil para albergar los conciertos solidarios del festival Ark Nova, surgido tras el tsunami de 2011. Un ambicioso proyecto realizado en colaboración con el arquitecto japonés Arata Isozaki y que ha supuesto un nuevo concepto de edificio público: una gran membrana inflable que puede desmontarse tras el espectáculo y trasladarse a otro espacio.
Imagen (izquierda): Ark Nova Isozaki, disponible en http://www.uncubemagazine.com/
Imagen (derecha): Ark Nova, disponible en http://www.dezeen.com/
En su afán por investigar y experimentar con nuevos materiales y técnicas, ha llegado a colaborar con la empresa española Factum Arte para el desarrollo de una impresora 3D en cemento que deposita este material siguiendo el escaneado de un modelo previo. Y, actualmente, experimenta con un nuevo material de reciente creación, llamado Vantablack que el artista define como «un material alucinante, tan profundamente negro que tus ojos no pueden realmente abarcarlo todo».
Es muy probable que mientras lo consigue, Sir Anish Kapoor se pasee por las salas de su estudio de Peckham, en Londrés, en donde trabaja con sus colaboradores: «Aquí experimentamos con materiales, superficies, hacemos formas y texturas sin saber cuál será el resultado final. De todo ello emerge eso que llaman arte».
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