Quizás éste sea el libro con el que no pocos artistas soñarían. Juan Manuel Bonet (París, 1953) dibuja con la precisión de un grabador antiguo la plancha de un contraste: un artista poco conocido y una obra fundamental. Además de todo, es un libro admirable en su edición, sus distintos papeles, su satinado justo, sus guardas cuidadas, y la formidable documentación de imágenes que lejos de disolver la personalidad del pintor, le desentrañan. Es, por otro lado, una obra "atascada" durante años en el escritorio de Juan Manuel Bonet, obra densa, construida a través de su enciclopédica memoria intelectual y visual. SIEMPRE LO MISMO, No se trata de una monografía de artista al uso: más bien al contrario, parece sobrepasar este género: sí hay una entrada biográfica al principio pero luego.
Miguel Galano pintando uno de sus cuadros.
Quizás éste sea el libro con el que no pocos artistas soñarían. Juan Manuel Bonet (París, 1953) dibuja con la precisión de un grabador antiguo la plancha de un contraste: un artista poco conocido y una obra fundamental. Además de todo, es un libro admirable en su edición, sus distintos papeles, su satinado justo, sus guardas cuidadas, y la formidable documentación de imágenes que lejos de disolver la personalidad del pintor, le desentrañan. Es, por otro lado, una obra "atascada" durante años en el escritorio de Juan Manuel Bonet, obra densa, construida a través de su enciclopédica memoria intelectual y visual.
SIEMPRE LO MISMO
No se trata de una monografía de artista al uso: más bien al contrario, parece sobrepasar este género: sí hay una entrada biográfica al principio pero luego
esta se queda solo ahí, al fondo y son los temas galanescos del mar, las casas solitarias, las montañas, los escenarios como la galería Utopia Parkway, las afinidades españolas y tantos otros géneros y problemas de la obra de Miguel Galano (Tapia de Casariego, 1956) que aparentemente nos apartan, pero nos vuelven a traer una y otra vez como meandros enriqueciendo en cada "paseo bonetiano" nuestra mirada sobre la obra del pintor. En ese sentido, es un libro que va arrastrando fragmentos, aproximaciones, conexiones fortuitas de nombres, fechas... En su presentación, Enrique Andrés Ruiz lo definió como un "libro de aluvión". Un libro aparentemente sin rumbo. "De esos libros que no se sabe qué son". El propio Bonet se titula a sí mismo en sus Divagaciones galanescas porque es un libro que no está delimitado en un solo tono. Comparte casi hasta la simbiosis poemas de Bonet con voces de Galano y otras voces siempre cerca de la poesía.
MADRID HELADO
Y esta es, sin duda, una aproximación inteligente porque Miguel Galano, es en palabras de Juan Manuel Bonet, un pintor de pintar siempre lo mismo. Un pintor aparentemente monotemático, que en realidad no lo es. Como tampoco lo era Edward Hopper, enraizado también en un territorio concreto. Son pintores que han sabido universalizar lo cercano. En el caso de Galano, el oeste de Asturias, sus farolas delante de un mar inquietante y los bancos solitarios de sus parques.
Es también un libro que nos fuerza a salir de casa, a deambular por el Madrid helado hasta la calle de la Reina. Hay algo más que nos urge saber de Miguel Galano, lo único que no puede ofrecernos Juan Manuel Bonet. Llegamos a la galería a la que el pintor es fiel desde hace años. Fue el propio Bonet quien aconsejó a su dueña, Lola Crespo, el literario nombre de Utopia Parkway después de la dirección, en el barrio de Queens, de Joseph Cornell. Hay, en el libro, un capítulo de Bonet dedicado a esta galería y también un cuadro del propio Galano. Lola Crespo va abriendo y cerrando uno tras otro los carriles alineados en los que tiene algunas obras de Galano. Al final, después de un rato en silencio, nos dice: "No está bien que lo hagamos pero te pido que toques con las yemas de los dedos dos obras de Miguel". Son: un paisaje en grises blanquecinos como de hielo, muy liso, en el que se palpa hasta la hilatura de la arpillera y el segundo, un retrato en un negro casi violento, los dedos pasan por una superficie áspera, herida... Sabíamos que a veces es necesario palpar una obra con los dedos, o con la mirada. Miguel Galano es un pintor del frío. Un pintor del norte a pesar de haber pintado Cartagena de Indias y algún que otro lugar cálido. Es un pintor de atmósferas: la niebla, la nieve, la lluvia. También de las cosas reales y de la emoción de los instantes. Y que pintan la soledad de los tejados, las noches marinas, las ramas desnudas en invierno, el misterio de las casas cerradas: "Tengo el recuerdo de un pintor nada amable, áspero, profundo, bronco. De rasgos más bien expresionistas. Tengo idea de haber visto dibujos con un cierto gestualismo Twombly. Y sobre todo tengo el recuerdo de un cuadro excepcional que era un retrato que se titulaba Laboratorio (1996) y que era una pintura profunda, de una densa oscuridad. Era una figura del autor casi sacrificial, con algo de religioso. Era un pintor con algo de alma inglesa, turbio y francamente patético, hasta el punto de que el pathos de aquella exposición aunaba lo patético y la sospecha del clima patológico en el que había nacido la obra", dijo sobre Galano Enrique Andrés Ruiz en la presentación del libro.
Introspección (Retrato de Cuco Suárez), (1999), Colección particular.
NIEVES DE ANTAÑO
En el recuerdo de John Berger y en su maestría a la hora de guiarnos por sus Modos de ver concluimos que el libro de Bonet es, al final, una de esas piezas que enseñan a mirar y a describir un cuadro. Entre todos los capítulos de nombres literarios que cuajan este libro: Nieves de antaño, De Budapest a la oxidada Praga la de los dedos de lluvia... nos detenemos en El retrato como interrogación. El retrato nos llama siempre desde una voz más interior. Releemos la descripción que hace Bonet del cuadro El orfebre: "En él luchan la sombra y la luz. Cuadro verdaderamente misterioso y mágico, realizado con gran economía de medios, blanco negro y todos los matices del gris: envolvente penumbra, y en ella un rostro apenas insinuado en clave caricaturesca, una mirada oculta tras unas gafas leves, un cráneo coronado por tres pelos, y un fondo -el gran protagonista de la escena- entre el Rothko final y esa composición extrema y pre-rothkiana que es el Perro semihundido de Goya. ¿Puede añadirse algo más a la emocionante descripción, entre densa y sucinta, de un cuadro que sin estar viendo, solo a través de la capacidad de "un contador de cuadros" podemos imaginar, casi ver y recibir el mensaje de su pintor?.
"Miguel Galano" Juan Manuel Bonet Hércules Astur Ediciones, 2016. 319 pág.
- Bonet pinta la bruma de Galano - - Alejandra de Argos -