En 1945, a finales de la II Guerra Mundial, en una Alemania prácticamente derrotada, nació Anselm Kiefer. En una Alemania dividida, hundida tras la guerra y luchando por reconstruirse, creció este artista que abandonaba sus estudios de Derecho para estudiar en la Academia de Arte de Friburgo primero y en la de Karlsruhe, después. Era inevitable que estos acontecimientos influyeran en su forma de pensar y de crear, como fue inevitable también que lo hicieran las enseñanzas de Joseph Beuys, entonces profesor suyo en Duseldorf, entre los años 1970-1972. Todo esto hizo que se le conociera como uno de los artistas más provocadores del momento. De hecho, sus primeros trabajos fueron unos libros de fotografías realizadas en su estudio, vestido con el uniforme del III Reich y haciendo el saludo nazi. A Genet fue uno de estos libros. Eran los años 70 y Alemania trataba de alcanzar el milagro económico y enterrar la vergüenza del nazismo. Mientras algunos veían en esta provocación una nostalgia por tiempos pasados, otros veían un intento por exponer la propia historia, por hacerle frente.
“Once upon a time in a deep dark wood…”, disponible en http://www.eca.ed.ac.uk/, 2015
Hasta 1980, sus obras apenas eran conocidas fuera de Alemania. Fue en este año, en la Bienal de Venecia, cuando su trabajo tuvo proyección internacional. Sus obras Parsifal y Los héroes espirituales de Alemania desataron la polémica más allá de su país. Sin embargo, según Kathleen Soriano, comisaria de la próxima exposición en Londres sobre el artista: «es un enfoque corto de miras el de las personas que sostienen que la obra de Anselm Kiefer se centra en Alemania y en el III Reich, pues va sobre las tensiones entre lo bueno y lo malo, continuar adelante o hacia atrás».
El artista está convencido de que la memoria es lo único que nos permite afrontar los traumas de nuestra historia y por ello comparte con el poeta Paul Celan un sentimiento de melancolía que le lleva a pintar el cuadro Margeritte (1981), influenciado por sus poemas.
imagen: Margarethe (1981), disponible en http://www.saatchigallery.com/
Sea como fuere, el pintor está obsesionado por indagar en la historia y la mitología alemanas, aunque interesándose también por la Biblia o la Cábala. Influido sin duda por Beuys, para él, el arte se convierte en vehículo de regeneración, en un elemento salvador. Dentro del neorrealismo alemán, su pintura se llena de todo tipo de símbolos, mitológicos y religiosos, una suerte de teatralidad que presidirá todas sus obras, una superposición de capas, una mezcla de materiales, una fusión de pintura, escultura o fotografía que crea un pequeño escenario en donde materializar sus inquietudes filosóficas, históricas o religiosas, como en El ángel caído o El orden de los ángeles.
Imagen: Imagen 2, Exposiciones Anselm Kiefer, disponible en http://www.plataformadeartecontemporaneo.com/
En 1993, Kiefer decide establecerse en Barjac, Francia, en donde crea una especie de laboratorio en el que experimentar con distintos materiales y técnicas. Sus obras, en lo que se ha calificado de «arte matérico», son tan impactantes para la vista como para el tacto. La fuerza de sus pinceladas o la gama de colores prácticamente monocroma se alían con materiales tan dispares como el plomo, la paja, el barro o las plantas. Y la ceniza, símbolo de la regeneración. También es ahora cuando se abre al mundo con temas más universales pero sin abandonar nunca sus antiguas obsesiones.
Durante los años 90, las obras de Kiefer viajaron por todo el mundo, expuestas en los más importantes museos y como parte de importantes colecciones, tanto públicas como privadas. Creando a golpe de shock que, según dice, es lo único que le permite empezar una obra, el artista se deja la piel intentando demostrar que no hay una sola verdad, sino diferentes puntos de vista, y cuestionando el lugar del ser humano respecto al universo que plasmará en una serie de cuadros monumentales sobre el cosmos.
En España, su primera exposición individual tuvo lugar en el Centro de Arte Reina Sofía, en 1985, bajo el título El viento, el tiempo, el silencio, en la que destacaron sus construcciones en ladrillo, referencia a su atracción por la antigua Mesopotamia, junto a una importante selección de libros. A partir de entonces, su obras volverían a nuestro país en diferentes ocasiones. En 2007, el Guggenheim de Bilbao celebraba su décimo aniversario con una muestra del trabajo de sus últimos diez años, contando con los fondos del propio museo, con obras que mostraban sus referencias históricas, culturales y geográficas, así como sus inspiraciones literarias y poéticas. Todo siguiendo un orden adecuado: «Mis obras son muy frágiles y no tan sólo en el sentido literal. Si las colocas juntas en las circunstancias equivocadas, pueden perder completamente su poder», según declaró el artista un año antes en la revista Modern Painters.
Después, en 2011, lo recibía el Teatro Real de Madrid con la escenografía que había realizado, ya en el 2003, para la ópera Elektra, de Richard Strauss: «Fue un gran desafío. Pero yo soy pintor, no escenógrafo. La música me inspira mucho, pero como la poesía». Más tarde (2013) sería La Coruña la que acogería sus obras en el MAC, en esta ocasión además con la proyección de dos películas sobre él: Over Your Cities Grass will Grow (2010), y Anselm Kiefer (1998).
Imagen (superior izuierda): Dresses, disponible en http://enhabiten.blogspot.com.es/, 7 de diciembre de 2010
Imagen (inferior izquierda): Interior (1981), disponible en https://fireplacechats.wordpress.com, 12 de diciembre de 2014
Imagen (inferior derecha): The Ronowed Orders of the Night, disponible en https://lolascripor.wordpress.com, 30 de marzo de 2015
Convencido de que el arte se ha vuelto un refugio para inversores y especuladores, Anselm Kiefer prohibió a sus galeristas exponer sus obras en las ferias «el lugar más horrible del mundo» y les pidió que solo vendieran en museos donde «todo el mundo puede ver ahí el arte». Él, en su taller de Bajarc, se siente al margen de todo este mundillo: «Trabajo en niveles diferentes, mucha gente no ve lo que hago. Quizá no lo entiende. Pero me da igual, ya lo verán en otro momento». Mientras llega ese momento, su última exposición tendrá lugar en la Royal Academy de Londres, hasta el mes de diciembre, englobando cuarenta años de su obra y de su vida.