Alejandra de Argos por Elena Cue

Martin Heidegger. Arrojados al mundo y a la muerte

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Martin Heidegger, marcado por su adscripción al nazismo, construyó toda su filosofía sobre la pregunta del sentido del ser. Toda la filosofía de Martin Heidegger gira en torno a una sola pregunta: el sentido del ser. Esa reflexión hilvana Ser y tiempo, publicado en 1927, en el que rompe tanto con el neokantismo dominante en Alemania como con la fenomenología de Husserl, que había sido su maestro y mentor.

Heiddeger

Martin Heidegger

 

Martin Heidegger, marcado por su adscripción al nazismo, construyó toda su filosofía sobre la pregunta del sentido del ser

Toda la filosofía de Martin Heidegger gira en torno a una sola pregunta: el sentido del ser. Esa reflexión hilvana Ser y tiempo, publicado en 1927, en el que rompe tanto con el neokantismo dominante en Alemania como con la fenomenología de Husserl, que había sido su maestro y mentor.

Heidegger parte de la idea de que la metafísica tradicional ha cometido el error de confundir el ser con los entes, una concepción que nace del pensamiento aristotélico. Los entes son las cosas existentes, lo que se percibe de forma inmediata en la pluralidad de lo real, pero no son el ser, que define como una estructura subyacente.

Acto seguido, Heidegger subrayará que la naturaleza del ser es pura existencia. El ser carece de esencia, no es algo abstracto sino abierto, temporal e histórico. Para expresar esa conclusión, acuña el término “dasein”, que significa literalmente “estar ahí”.

Ese estar ahí comporta que el hombre es un “ser en el mundo”, arrojado a la existencia. Esa eyección, esa posición excéntrica del hombre, determina que la conciencia no es autónoma, sino que está inmersa en una red de relaciones con su entorno. El hombre sólo puede mirar hacia sí mismo en la época y en el interior del mundo que le ha tocado vivir. Por ello, existe una cierta precomprensión de la realidad antes de que la conciencia se despliegue hacia afuera. A esto lo llama “disposicionalidad” (befindlichkeit), que es la cualidad por la que el hombre está predispuesto a actuar a partir de su “estado de ánimo”, es decir, de los valores y emociones que le han sido inculcados.

El “dasein” supone la abolición de la oposición entre sujeto y objeto que había estado muy presente en el pensamiento de Kant, que afirmaba que el conocimiento sólo es posible a través de un sujeto confrontado con una realidad externa. Descartes también distinguía entre espíritu y res extensa, una dicotomía que también rechaza Heidegger.

Las dos características que fundan el ser son la temporalidad y la negatividad, vinculada a la nada. Heidegger apunta que el pensamiento filosófico ha olvidado la importancia de la nada, que es la base sobre la que se construye el ser. Y ello porque en última instancia el hombre es “ser para la muerte”, ya que toda obra humana está marcada por el hecho ineluctable de la finitud.

El arrojamiento del hombre al mundo implica la noción de “sorge”, que se podría traducir literalmente como cuidado, que es el ser del “dasein”. Esto no es un juego de palabras porque el “sorge” hace referencia a la facticidad de la existencia, a las formas o estructuras que son el producto de la acción humana. Una de ellas es la técnica, a la que Heidegger confiere una gran importancia porque desvela la relación del hombre con el mundo.

 

Heidegger

Martin Heidegger

 

Llegados a este punto, el maestro de Messkirch introduce la distinción entre existencia inauténtica y auténtica. La primera supone la aceptación irreflexiva de lo dado, la segunda es la búsqueda de nuestro destino en el mundo. Parece que Heidegger identificó durante una época de su vida esa existencia auténtica con el nazismo, que le nombró rector de la Universidad de Friburgo, cargo que ejerció durante un año. No hay duda de que el filósofo sintió una verdadera afinidad con el nacionalsocialismo, aunque a partir de 1934 rompió con el régimen de Hitler. A pesar de ello, al final de la guerra, se le prohibió enseñar hasta 1951 y su figura fue sometida a una devastadora crítica.

El debate sigue abierto medio siglo después de su muerte, máxime porque el propio Heidegger en su Carta sobre el Humanismo, texto publicado en 1947, señala que el ser es lo mismo que el pensar el ser. Dirá en ese opúsculo que “el lenguaje es la casa del ser” y que “en su morada habita el hombre”. De lo que se concluye que el lenguaje es el instrumento con el que los seres humanos se relacionan con los entes y materializan su “estar ahí”.

Otra idea fundamental de Heidegger, retomada por Sartre y que se halla ya en Kierkegaard, es que el hombre está condenado a ser libre. Irá incluso más lejos al subrayar que “el hombre no posee la libertad como propiedad suya, sino que es ciertamente lo contrario: la libertad posee al hombre”. Ello constituye la condición predeterminada con la que el “dasein” se relaciona con el mundo, percibido como una totalidad llena de posibilidades.

Este párrafo extraído de De la esencia de la verdad supone en cierta manera una autocondena del propio Heidegger, que no podía ignorar las consecuencias de su adscripción al nazismo y de su complicidad con la barbarie, que queda consignada en su discurso de toma de posesión como rector. La gran pregunta que queda en el aire es como el más pensador más influyente del siglo XX, un filósofo que había estudiado teología, pudo defender la banalidad del mal que constituía el fundamento del nacionalsocialismo. No hay respuesta.

 

Martin Heidegger: sobre el hombre, la ciencia y la técnica (Subtitulado)

 

 

 

Martin Heidegger: entrevista con monje budista (Subtitulado)

 

 

 

Martin Heidegger interview

 

 

 

 Heidegger, Martin - Humano, demasiado humano (1999). BBC

 

 

 

 

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