Alejandra de Argos por Elena Cue

George Berkeley. La materia es una ilusión

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La filosofía de George Berkeley puede resumirse en unas pocas palabras: la materia no existe. Una afirmación radical y provocativa que intentó argumentar en su más importante libro: “Los tres diálogos de Hylas y Philonus”, escrito cuando tenía 28 años. Hylas es un pensador cartesiano que defiende la existencia de la materia, mientras que Philonus es el propio Berkeley, que inspiró el conocido principio: esse est percipi. Ello se podría traducir como que el mundo sólo existe si es percibido.

John Smibert Bishop George Berkeley Google Art Project 1

 John Smibert - Bishop George Berkeley 

El obispo anglicano George Berkeley que emigró a América sostuvo que las cosas carecen de sustancia y sólo existen si son percibidas

La filosofía de George Berkeley puede resumirse en unas pocas palabras: la materia no existe. Una afirmación radical y provocativa que intentó argumentar en su más importante libro: “Los tres diálogos de Hylas y Philonus”, escrito cuando tenía 28 años. Hylas es un pensador cartesiano que defiende la existencia de la materia, mientras que Philonus es el propio Berkeley, que inspiró el conocido principio: esse est percipi. Ello se podría traducir como que el mundo sólo existe si es percibido.

Berkeley fue un obispo anglicano que nació en 1685 en Irlanda. Estudió en el Trinity College de Dublín y se doctoró en teología y hebreo. Siguiendo su vocación misionera, se embarcó en 1725 para cruzar el Atlántico, Quería fundar unas escuelas en las Bermudas, pero se quedó en Rhode Island donde compró una plantación. No dudó en utilizar esclavos como mano de obra de su explotación. Siete años después, volvió a Inglaterra y fue nombrado obispo de Cloyne.

La obra de Berkeley, que llevó el empirismo hacia límites que hoy pueden parecer absurdos, ha sido muy influyente en la historia de la filosofía. Hasta el punto de que Bertrand Russell se tomó la molestia de rebatir su tesis de que las cosas no tienen sustancia sino simplemente propiedades físicas.

Sin duda, Berkeley había leído a Locke, un contemporáneo suyo, que defendía que las ideas se generaban a partir de la observación de una realidad material, percibida por los sentidos. Esto lo negó el filósofo irlandés, que apuntó que los conceptos abstractos son una ficción de la mente humana.

Según sus tesis, sólo podemos conocer las cualidades sensibles de las cosas, los accidentes y no la sustancia por decirlo en términos aristotélicos. Philonus, su alter ego, pone una serie de ejemplos para demostrar que nada tiene una esencia material. Recurre a las sensaciones de frío y calor para convencernos de que esas ideas sólo existen en nuestro cerebro. Argumentará que, si un hombre tiene una mano caliente y otra fría, al introducirlas en agua templada, la caliente sentirá frío y la fría sentirá calor. Por lo tanto, el calor y el frío no existen como ideas objetivas sino que sólo son producto de nuestra percepción.

Al igual sucede con la distancia: cuando estamos cerca de un objeto lo vemos como algo grande, cuando nos alejamos se transforma en diminuto. Por lo tanto, el espacio y el tamaño son también algo subjetivo.

En un intento de contradecir la física de Newton, Berkeley sostendrá que sus leyes son una construcción mental, aunque admite que pueden ser útiles para predecir los fenómenos. Pero una cosa es que los sucesos se ajusten a una pauta y otra que esa pauta sea real y universal. Los cuerpos son simplemente haces de percepciones: magnitud, color, olor, tacto, pero carecen de materialidad.

Berkeley admite, sin embargo, la existencia de la ciencia. Pero sólo será posible a partir de las percepciones puras, sin la intervención del entendimiento. Todo lo que está mediatizado por la lógica deductiva deformas las sensaciones que son la base del método científico, que es pura observación.

Para ridiculizar las afirmaciones de Berkeley, Samuel Johnson pegó una patada a una roca y dijo: “Las refuto así”. Una forma de argumentar que la roca no sólo existe en la mente, sino que puede fracturar un pie. A mi juicio, el ejemplo de Johnson no es convincente porque eso no destruye la aseveración de que las sensaciones sólo son percepciones subjetivas.

La pregunta es por qué existen objetos que todos percibimos de forma semejante y con parecidas cualidades si carecen de sustancia. Berkeley era muy consciente de esta dificultad, que resolvió con la afirmación de que Dios ha creado el mundo y ha querido que todos los hombres perciban las mismas sensaciones.

Otra cuestión de difícil respuesta reside en que la existencia de un árbol no puede depender de que los individuos lo perciban. Resulta imposible creer que ese árbol no existirá si no es visto por nadie. Berkeley también responderá a esta objeción: el árbol existe porque Dios sí lo está viendo.


Si el mundo opera con una lógica aparente, hay un cierto orden y resulta observable que existe un principio de causalidad por el que el fuego produce humo, todo ello se debe a la voluntad del Ser Supremo, que es la única entidad sustancial que explica todo lo que es y todo lo que acontece.

Muchos filósofos han situado a Berkeley como el fundador de un idealismo subjetivo, lo que resulta dudoso, ya que más bien su concepción es un teísmo extremo por el que Dios interviene en todo lo que sucede en el mundo. Probablemente, este obispo irlandés más que un pensador radical fue un místico.

 

Tres diálogos entre Hilas y Filonús de George Berkeley

 

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