Alejandra de Argos por Elena Cue

El alma de James Turrell

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La reaparición de la obra del artista estadounidense James Turrell (Pasadena, LA, 1943) en Paris ha causado gran expectación. La Galería Gagosian de Le Bourget, cerca del Museo del Aire, ha presentado la exposición “James Turrell: At One”, que se podrá visitar hasta el verano del 2025. Esta exhibición consta de más de treinta obras entre murales luminosos, proyecciones, fotografías, hologramas, maquetas y planos de su cráter Roden en Arizona.

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La reaparición de la obra del artista estadounidense James Turrell (Pasadena, LA, 1943) en Paris ha causado gran expectación. La Galería Gagosian de Le Bourget, cerca del Museo del Aire, ha presentado la exposición “James Turrell: At One”, que se podrá visitar hasta el verano del 2025. Esta exhibición consta de más de treinta obras entre murales luminosos, proyecciones, fotografías, hologramas, maquetas y planos de su cráter Roden en Arizona. Destacaría las proyecciones lumínicas Either Or 2024, de su serie Wedgework 1969. Pero sin duda la instalación de All Clear de Ganzfeld es una experiencia única. Subiendo unas escaleras, previamente descalzándose, se entra en una habitación completamente blanca generada por retroiluminación led, que impregna toda la sala, en la que se pierde la orientación al no apreciar los límites del espacio. La ausencia de indicadores de profundidad, forma y distancia, hacen que se disuelva el espacio produciendo una experiencia fascinante, pues perdemos el control espacio-temporal al que estamos habituados.

 

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El artista James Turrell, en la década de los años 60 fue pionero, junto con otros artistas del sur de California, en el uso de los fenómenos sensoriales como la percepción, la luz y el espacio como medio creativo de su obra. Este interés por dichos elementos no ha decrecido en el tiempo sino que se ha intensificado. Ha ido aportando a sus obra la tecnología más avanzada en estos campos incrementando la intensidad de la experiencia estética en el observador. Esta destreza procede de sus estudios en el ámbito de la psicología de la percepción, las matemáticas, la geología o la astronomía.

La primera vez que tuve un encuentro con la obra de James Turrell fue en Varese, cerca de Milán. En esta ciudad italiana se encuentra la Villa Panza, la que fuera residencia hasta su muerte de uno de los grandes mecenas y coleccionistas de arte contemporáneo de la historia, el Conde Panza di Biumo. Actualmente la Villa convertida en centro de arte contemporáneo alberga parte de su magnífica colección y sigue siendo uno de esos lugares icónicos en el mundo del arte que merece la pena visitar.

 

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James Turrell. Skyspace I (1973). Imagen vía: Guggenheim.com

En los años cincuenta, en una época en que el mundo del arte europeo no estaba tan pendiente de los que estaba sucediendo en Estados Unidos, Panza introdujo en sus museos, con una visión vanguardista, los artistas más destacados del expresionismo abstracto, minimalismo, pop art o arte conceptual. Panza fue en los años setenta el primero en encargar a Turrell, para su palacio italiano del s XVIII, un skyspace, sus conocidas aperturas en la arquitectura que abren ventanas al cielo, llevando el arte a la naturaleza o mejor dicho, trayendo la naturaleza al arte. Ahora esta obra está en más de ochenta países alrededor del mundo. Pero también realizó otros trabajos para la Villa en los que a través de la interacción del espacio con la luz juega con nuestros sentidos y percepciones.

Pero su obra maestra comienza con la aventura iniciada en 1974, Roden Crater. Este es el año de su descubrimiento después de haber sobrevolado muchas áreas para encontrar el lugar adecuado. Turrell es un experimentado piloto que sacó su licencia cuando tenía sólo dieciséis años. Esta obra de Land Art es un volcán extinto, un cráter de cono volcánico natural ubicado en el Desierto Pintado del norte de Arizona. Ha creado un observatorio natural de eventos celestiales. Pasadizos y espacios que han requerido de ingeniería especial para realizarlo sobre ceniza roja y negra. En interacción con las variaciones de luz del cielo y los astros se puede experimentar directamente los ciclos del tiempo geológico y celestial.

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Las creaciones artísticas de Turrell están revestidas de un halo espiritual que dan testimonio de los afanes de la humanidad de trascender lo meramente dado. La observación de estas obras poéticas privilegia la experiencia que se abre a la imaginación y los sentimientos entrando en un estado místico de intensa contemplación.

El culto primitivo a las fuerzas del cielo como el sol, la luz, las estrellas o el viento son ancestrales. El hinduismo (I milenio a.C) por ejemplo, a través de los ejercicios ascéticos que llevan al ensimismamiento están orientados a la experiencia intuitiva y mística. Es así como el hindú siente su unión con la esencia de la realidad. El budismo Zen, está basado en la meditación contemplativa del vacío, que le lleva a un control de la mente consiguiendo la paz y la fusión armónica con la naturaleza.

 

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El arte de Turrell invita a la contemplación, y suscita sentimientos de paz, de sobrecogimiento, de trascendencia y maravillamiento. Nos invita a relacionarnos con la naturaleza a través de la creación artística, observarla desde otra perspectiva, también a jugar con nuestros sentidos a través de la luz y el espacio. Tiene mucho de sagrado, como si entráramos en templos. Turrell nos suscita con la belleza de su arte a la contemplación y autorreflexión, conmoviendo el ánimo. Una experiencia subjetiva e inmediata de estar consciente, sentir, percibir y experimentar el mundo en primera persona, es decir, una consciencia fenoménica.

 

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