Ivorypress ha inaugurado la temporada con una exposición del artista madrileño José Manuel Ballester, donde se recoge una parte importante de su último trabajo fotográfico junto a algunos dibujos y una peculiar instalación. La muestra permanecerá abierta al público hasta el próximo 7 de Noviembre. El lugar siempre nos precede, ha precedido a las generaciones pretéritas, está presente y seguirá después de nosotros… Siempre he mantenido que mirar una fotografía de Ballester representa un desafío para el espectador. Requiere un esfuerzo retrospectivo de las imágenes acumuladas en nuestra tradición visual que actúan sobre nuestra conciencia sensible para ayudarnos a apreciar la originalidad de su trabajo.
MUSEOS EN BLANCO.
Ivorypress ha inaugurado la temporada con una exposición del artista madrileño José Manuel Ballester, donde se recoge una parte importante de su último trabajo fotográfico junto a algunos dibujos y una peculiar instalación. La muestra permanecerá abierta al público hasta el próximo 7 de Noviembre.
El lugar siempre nos precede, ha precedido a las generaciones pretéritas, está presente y seguirá después de nosotros…
Siempre he mantenido que mirar una fotografía de Ballester representa un desafío para el espectador. Requiere un esfuerzo retrospectivo de las imágenes acumuladas en nuestra tradición visual que actúan sobre nuestra conciencia sensible para ayudarnos a apreciar la originalidad de su trabajo. Nos introduce en nuevos ángulos de visión de la realidad, crea nuevas imágenes para convertirlas en propuestas formales de una actualidad distinta, en una interpretación constante de la tradición clásica de la que él mismo declara sentirse deudor. Es un inventor de lugares, capaz de dar vida a espacios no pensados antes y casi imposibles pero que a través de su objetivo se hacen visibles.
Las fotografías que se recogen en esta exposición van desde los espacios de un minimalismo solitario y silencioso, donde los escasos objetos adquieren un poder ajeno a ellos mismos para producir en el espectador una cierta inquietud. A imágenes llenas de dramatismo cromático que recuerdan la importancia de los materiales constructivo y el poder del contenedor en el mundo actual de los museos.
José Manuel Ballester se mueve entre ideas, imágenes y objetos equiparándolos e incluso haciéndolos intercambiables para construir el presente sin olvidar el pasado. Casi podríamos pensar que las fotografías que aparecen en la exposición sirven de herramienta para visibilizar las constantes y lo nuevo de nuestro mundo como reflejo de la realidad.
La imposibilidad de escapar al tiempo, el abandono, lo material como algo orgánico, el interés por la arquitectura como escenario, la sobriedad del blanco y negro frente a la explosión de colores, las ausencias y presencias, la yuxtaposición de planos, la geometría como forma de búsqueda… son algunas de las señas de identidad de su trabajo en un ejercicio constante de asociaciones.
Pero no podemos olvidar que detrás del artistas hay un artesano con mayúsculas que maneja la técnica fotografía con precisión de relojero y que lleva hasta sus últimas consecuencias, sin dejarse influir por el entorno. Explora el modo de crear volúmenes mediante la “no ocupación” del espacio, ofreciendo siempre una visión estética en sus imágenes. Los formatos de grandes dimensiones encajan de manera sobresaliente con esa concepción del espacio tan potente.
Ballester es un artista singular, capaz de establecer nuevas reglas de juego que alteran la norma, revierten la jerarquía y generan nuevas perspectivas del mundo para favorecer el paso de un espacio a otro. Ahora, somos nosotros los espectadores los que tenemos que interpelar a su obra y actuar como un “agente” olvidando la pasividad que ha caracterizado al museo histórico. Practicar una nueva apertura del punto de vista.
La muestra traza un itinerario por varios museos recientemente rehabilitados como el Rijksmuseum de Amsterdam, el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, la Fundación Giner de los Ríos, o las escaleras mecánicas del Louvre, y espacios tan reconocibles como el Patio de los leones de la Alhambra, o lugares mágicos como la caja del escenario de la Opera de la Bastilla de París o el metro de Londres.
Frente a sus obras José Manuel Ballester nos cede su tiempo y charla de sus mundos.
¿Cree que su obra puede hacer referencia a esa idea de Focault, trasladada a la imagen de “hacer aparecer, dar a ver, llevar a la superficie…”?
Me interesa mucho la presencia del vacío, la referencia a la nada a través de lo que se puede ver, a través de la aparente ausencia de secuencias temporales, que estas ausencias sean el relato de la escena.
¿Otorgas a sus imágenes el carácter pluridimensional de su pensar?
No pienso que sea tan directa la relación entre mis ideas y el resultado de mi trabajo, más bien creo en una proyección de éstas que hacen que mi trabajo sea un buen retrato.
¿Comparte mi punto de vista sobre que en su obra las ideas, imágenes y objetos son intercambiables? ¿Realmente es el espectador el que elige lo que realmente quiere ver?.
Mi planteamiento se basa en una exposición muy abierta, ambigua, que deja libertad al que mira.
¿Sus fotos son testimonio de las ideas del pasado y construyen el presente?
Existen muchas coincidencias en los aspectos que nos inquietan y aunque cada momento define una manera de entender la realidad y por lo tanto, de relacionarse con ella, por encima siempre flotan los mismos interrogantes y el más evidente de todos es el de la supervivencia. Por eso soy muy respetuoso con el pasado, porque creo que nos puede aportar muchos aspectos importantes que pueden seguir siendo útiles, como también pienso que esa atención y esfuerzo por entender el pasado no tiene que impedirnos investigar y desarrollar otros mecanismos que nos permitan explorar nuevas maneras, de no solo entender mejor nuestro entorno, sino también saber más sobre nosotros mismos.
¿Cómo entiende el museo: es un templo inmóvil o es una herramienta para hacer visible muchos mundos?
Me quedo con la segunda opción. De hecho creo que cada visitante se lleva una idea particular y singular de su experiencia en relación con ellos.
Parece que cuestiona los cimientos sobre los que se asientan los museos, o ¿es simplemente su narración discursiva desde paradigmas históricos?.
Los museos como los entendemos en la actualidad en realidad tienen una historia muy corta, ya que se desarrollaron a partir de la Ilustración que es cuando se abren a un público mucho más amplio. Se nutren en Europa principalmente de las colecciones reales y su difusión comienza por el acceso del mundo académico a dichas colecciones donde se comienza a desarrollar una dinámica de investigación que permite también el desarrollo de criterios diversos en cuanto a cómo enfocar las diversas funciones que hasta ahora poseían. En la situación actual, donde nuevos recursos se incorporan a este contexto, los museos como tales pueden expandirse mucho más lejos de sus límites físicos, ser mucho más activos tanto para expertos como para el público en general.
Al introducir en sus imágenes elementos ajenos de los museos en los museos, ¿Tiene presente la idea de Duchamp de que la obra de arte está determinada por el discurso arbitrario en que se inscribe?
La clave está en qué criterios se utilizan para designar a un objeto un valor artístico ya que en muchas ocasiones estos atributos pueden variar en función de quien los califica y valora. El mero hecho de introducir un objeto en un museo le confiere un valor estético, de hecho, los proyectos más recientes como en el caso del Guggenheim, el propio museo se convierte en una obra de arte en sí mismo.
Duchamp supo ver cómo es la voluntad de quien valora, conserva o selecciona, quien asigna o bautiza como obra de arte aquello que considera posee los atributos adecuados. Esta circunstancia determina la evolución de lo que consideramos tiene un valor patrimonial o cultural.
Lo efímero frente a lo estable, lo transitorio de la exposición frente a lo permanente de la colección
En realidad, todo está en proceso de cambio constante y no únicamente por el natural proceso de envejecimiento a que todo está sometido sino también por los cambios que se producen en los puntos de vista del espectador que en cada momento de la historia es distinto.
¿Piensa que la lectura que hace del arte del Renacimiento tiene actualidad?
El propio Renacimiento significó un volver a nacer al conectarse con el mundo antiguo.
¿Qué busca en el espectador? Pareces muy crítico con la relación entre el espectador el espacio y el tiempo.
Tal vez busque una confirmación o su ratificación. De alguna forma, al exponer tu trabajo te sometes a su criterio: a ser cuestionado o respaldado pero en su reacción termina un proceso, la comunicación se desarrolla aunque nunca podrás abarcar todo aquello que suceda ni en ese espacio ni a lo largo del tiempo. Deja de pertenecerte de alguna manera. Todo aquello que tiene que ver con tu obra a nivel personal queda desbordado por la repercusión que pueda tener una vez que se descubre al público, aunque el autor nunca llegue a tener pleno conocimiento de ello.
¿Por qué esa falta de humanidad en su obra?
No diría que haya ausencia de humanidad en mi trabajo por el hecho de que no haya una presencia directa de personajes en ella. Tal vez lo haya.
¿Qué papel juega su vida personal en la construcción del mundo?
La cuestión es qué relación puede existir entre la construcción de mi mundo con la realidad del mundo que está fuera de nosotros, en que medida coinciden mis valores y principios con los de los demás. El arte me permite expresarme y al espectador ratificar o sancionar lo que ve. En ese proceso mágico no pretendo manifestar más que mi necesidad de búsqueda insaciable.
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