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Autor: Elena Cué
Photo by Rineke Dijkstra, Courtesy of Schirmer/Mosel
Un día soleado de este mes de marzo ilumina el estudio a orillas del río Spree donde el fotógrafo Thomas Struth (Geldern-Alemania, 1954) me recibe. Este artista de mirada intensa y precisa es uno de los fotógrafos de la prestigiosa Academia de Dusseldorf más interesantes de nuestro tiempo. Su obra ha sido exhibida en museos destacados del mundo y ha sido el único fotografo que ha expuesto en el Museo del Prado.
Elena Cué: Nació nueve años después de la guerra, en una Alemania que había quedado totalmente devastada. ¿Qué recuerdos conserva de su infancia?
Thomas Struth: Bueno, creo que conscientemente había dos niveles de información. Uno eran las conversaciones que mantenían nuestros padres. Mi padre era soldado del Ejército alemán y, cuando estuvo en Rusia, fue tiroteado dos veces. Sobrevivió por pura suerte, ya que en ambas ocasiones resultó herido de gravedad. Así que para él fue algo muy extremo. Quedó traumatizado y su perspectiva sobre ello era demasiado personal. Aparte de eso, creo que, en general, la gente estaba bastante traumatizada por la guerra. Sin embargo, cuando terminó, la gente retomo su vida normal. Me di cuenta de que no hay normalidad. Cuando hablas con la gente, te das cuenta de que todo el mundo es distinto. Hay convenciones que ayudan a la gente a sentir solidaridad hacia los demás, a creer en las mismas convenciones o religiones. En cierta manera, la gente forma grupos de creencias del tipo que sean, lo cual en muchos casos no es positivo, porque están cargados de prejuicios. Así que creo que fue una experiencia muy formativa porque existían muchos niveles emocionales que, al ser un niño, no podías entender. ¿Cuál es el ámbito de nuestra propia experiencia, emociones y percepción? ¿Y qué consecuencias tienen los actos de la comunidad a la que perteneces? Esa es siempre una pregunta fascinante.
-Estudió siete años en la Kunstakademie de Dusseldorf bajo la dirección de Gerhard Richter.
-Cuando entré en la academia estaba impresionado porque no sabía nada de arte contemporáneo, no sabía quiénes eran Beuys o Gerhard Richter. Pero me asombró que las diferentes facciones fueran tan rivales en actitud y producción artística, y casi rivales en concepto de la vida. Luego conocí a algunos artistas, porque los profesores eran artistas vivos, y me di cuenta de que se libraba una batalla muy intensa, de que a la gente le gustaba pelearse por sus distintas ideas que esos artistas representan. Lo encontré muy intimidante. Yo tenía 19 años y pensaba: «Vaya, esto se está poniéndose serio».
Paradise 24. Sao Francisco De Xavier, Brazil. 2001
-¿En qué momento de su vida se manifesta su vocación de artista?
-Creo que apareció cuando tenía casi 13 años. En realidad no era el deseo de querer ser artista, pero empezó a gustarme dibujar y utilizar acuarelas y pasteles, y pinté mis primeros cuadros al óleo cuando tenía 14 años. No me imaginaba siendo artista, lo cual creo que fue positivo, porque no me molestaba en pensar en el futuro. Hacía lo que me apetecía.
-Fue el primer artista con una beca para residir en el PS.1 Studios de Long Island, donde le dedicaron una exposición. ¿Fue la primera?
-Sí, fue mi primera exposición. Estuve cinco meses fotografiando e hice las fotos de las calles de Nueva York que ya conoce. Me limité a montar las copias sobre cartón y las pegué en la pared.
-Fue profesor de fotografía en la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe entre 1993 y 1996. ¿Cómo fue esa experiencia en la enseñanza?
-Me gustó. Es decir, al principio fue raro, porque cuando empecé tenía 39 años y pensaba que era muy interesante ser profesor de Fotografía porque suena a contradicción. La razón es que, digamos, no hay una convención al respecto. Pensé mucho en lo que había aprendido de los profesores que había tenido e intenté analizar qué tenía de bueno y qué no. Luego lo junté todo y añadí algunas cosas importantes para mí y que ninguno de mis profesores había satisfecho de un modo u otro; pero me costó mucho tiempo encontrar mi papel.
Thomas Struth, The Consolandi Family, Milan, 1996,. Chromogenic process print.
-En los años 80 colabora con el psicoanalista Ingo Hartmann y realiza una serie de retratos de familia. ¿De qué manera afectó esta experiencia?
-Aprendí mucho de fotografía. Ingo había desarrollado una idea con sus pacientes: estos tenían que contar una historia y crear un relato sobre lo que ellos creían que sufrían y cuál podría ser la causa. Él además les pedía que le llevasen tres o cuatro fotografías que mostrasen cómo era su vida familiar. Cuando nos conocimos descubrió que yo era fotógrafo y me dijo que hacía mucho tiempo que soñaba con recopilar fotografías como esas, reunirlas, trabajar con ellas y hacer una exposición en la institución en la que trabajaba. Le dije que sí, que me interesaba, así que reunimos las fotos de unas 35 personas. Cada una trajo dos o tres, de manera que teníamos 80 o 100. Las reproduje todas y las puse al mismo tamaño y en blanco y negro, porque eran en color y yo quería hacerlas más comparables.
-¿Cuál es el significado del color y del blanco y negro en sus fotos?
-Al principio usaba el blanco y negro porque no podía permitirme pagar los materiales. No tenía impresora en color. No tenía dinero para película en color o para el revelado. En cambio, las hojas de contactos y el blanco y negro eran muy baratos. Más tarde empecé a trabajar en color, pero cuando contemplas una vista en color, no lo haces de la forma correcta. Cuando fotografías en blanco y negro, la mirada es diferente, porque piensas más en el volumen cúbico, en la luz y la sombra y cosas así. Hay que prescindir de los colores; todo se juzga únicamente por la intensidad de la luz. Mientras que con el color, por supuesto, es lo único que miras. Contemplas una escena y resulta que hay un rojo brillante y un amarillo luminoso. Descubres el punto de atracción de la imagen allí donde hay un color dominante. Así que yo no miro los colores. Cuando tienes un cielo azul y fotografías en blanco y negro, el cielo no importa. Si lo haces en color, el azul es dominante y constituye un elemento intenso de la foto. Porque, cuando lo miras, el cielo es aire; pero en la foto es un color azul, es papel azul. Por eso, ahora, cuando quiero hacer una copia con el cielo azul, en el proceso de impresión mi intención es asegurarme de que parezca aire, y no pintura azul. La línea es muy delgada.
Seestück Donghae City, 2007
-Hablábamos del proyecto Ingo.
«Cuando fotografías en blanco y negro la mirada es diferente. Hay que prescindir de los colores, todo se juzga únicamente por la intensidad de la luz»
-Sus fotografías de paisajes urbanos, Unconscious Places, parecen muy despersonalizadas. ¿Guardan alguna relación con los «no-lugares» del sociólogo y antropólogo francés Marc Augé?
-No, lo que yo quería hacer no era eso. Todo ha sido creado por el ser humano. Lo que yo quería decir con el título Unconscious places es que cuando se diseña un edificio como este o como el otro, el curvilíneo, el arquitecto y la gente que lo paga -o que da el permiso para hacerlo- creen que tiene que ser contemporáneo. Pero, más allá de eso, inconscientemente, crea una atmósfera que irradia a la gente. Cuando la gente que vive allí, en aquellos edificios, mire por la ventana, siempre verá ese edificio. Y resulta que por ese lado es mucho más feo. Es decir, es algo que tiene un fuerte componente inconsciente muy importante para la atmósfera de la ciudad y para la gente que habita en el edificio en cuestión. El arquitecto no vive en él; vive en algún otro lugar. A lo mejor en una vieja granja, no lo sé, o en un edificio anterior a la guerra, más bonito. Y a lo mejor eso tiene algo que ver con la ira. En todas las ciudades subyace en abundancia esa energía atmosférica inconsciente. Eso era lo que yo quería destacar.
Hot Rolling Mill, ThyssenKrupp Steel, Duisburg, Thomas Struth, 2010.
-Los temas de su obra se asemejan a un análisis sociopolítico donde se refleja la realidad actual. Usted estudia la estructura familiar igual que las estructuras tecnológicas o sociales...
-Me encanta hacer fotos. Por otra parte, necesito tener una razón para hacerlas. Es mucho más divertido plantearme un desafío al hacer una foto, que tomar fotografías de las cosas más obvias. Hacer fotos tiene mucho que ver con todo ello, con encontrar razones para hacerlas. Pero, ante todo, tengo una necesidad urgente de hablar a través de las imágenes y no de las palabras. Creo que soy un artista muy comprometido, pero a veces siento que no me identifico del todo con el mundo del arte.
-¿Busca inspiración o sus fotos son arbitrarias?
-Buena pregunta, difícil de contestar. Creo que cambio un poco cada vez. No soy alguien realmente «inspirado», tiendo a trabajar en un proyecto largo durante bastante tiempo y a construir a partir de una idea. Puede que llegue poco a poco, con diferentes reflexiones. En parte tiene que venir de darle vueltas a determinado asunto que me ronda y que me parece interesante. Pero también puede llegar a través de cosas vistas en combinación con un asunto sobre el que ya estoy pensando. Por ejemplo, las fotos sobre tecnología surgieron del antagonismo entre materialismo y espiritualidad. Hemos observado la fe cada vez mayor en el progreso que acompaña a la nueva generación de ordenadores portátiles, o al nuevo iPhone, a los nuevos robots y a las nuevas cadenas de producción. Por otro lado, cuando se observa el terreno sociopolítico... Sí, vale, en Sudáfrica ya no hay apartheid y el Muro cayó. El comunismo se liquidó a sí mismo de forma desagradable, pero ahora tenemos el Estado Islámico. Creo que es mucho más difícil lograr progresar en ese terreno.
-¿Por qué la ausencia de gente en gran parte de sus fotografías?
-Creo que la ausencia deliberada de gente es necesaria para mostrar que lo que se está contemplando es una creación humana. De este modo, la mentalidad, y todo lo que los seres humanos representan, se expresa a través de los edificios. Si hubiese demasiada gente no sería más que una escena callejera cualquiera, con personas en las casas, y la sensación no sería esa.
Thomas Struth, Museo del Prado 7, Madrid, 2005. Chromogenic process print.
-Ha sido el primer fotógrafo en exponer en el Museo del Prado ¿Podría hablarme de esta experiencia?
-En mi trabajo en el museo quería conectar con los cuadros que escogí de una manera concreta, fotografiando grupos de visitantes que se correspondiesen con las figuras de los cuadros que yo fotografiaba. Puede que fuese una especie de intento de resurrección, de dar a la gente una señal de que esas obras maestras, o las llamadas obras maestras de arte, no fueron creadas como tales cuando las hicieron. Fueron hechas por artistas en circunstancias particulares de su vida diaria, y no nacieron como las obras de arte famosas que son hoy en día. Quería que pareciesen obras más contemporáneas. Lo interesante es por qué razón nos hablan las obras de arte?, ¿por qué queremos mirarlas? ¿Es porque fueron hechas con información condensada sobre el amor, y el deseo, y la belleza, y toda una serie de complejas cualidades emocionales? ¿Por su calidad artística? ¿Por lo que evocan en nosotros durante la observación, que es un proceso similar a un juego? Pero el exceso de respeto acaba con el juego. Cuando sientes demasiado respeto, no puedes jugar, te sientes intimidado, te vuelves pasivo. Tenía la impresión de que, en cierto modo, la gente va a los museos con demasiado respeto. A lo mejor, resulta que solo va a los museos porque sabe que los artistas o los cuadros son famosos. La máxima expresión de esto es la Mona Lisa y la forma en que se expone actualmente en el Louvre, que es completamente ridícula. Creo que lo que pasó fue que, en mis fotografías, las obras de arte se volvían un poco más contemporáneas y los visitantes se encontraban retrocediendo en la historia, porque una vez que los había fotografiado, el momento ya había pasado, lógicamente. Creaba este doble reflejo de la conciencia.
-Como en las Meninas de Velázquez.
-Sí. Vi las Meninas por primera vez cuando empecé a hacer las fotos del museo, allá por 1992. Recuerdo que iba recorriendo el museo y llegué a esa sala. Miré a mi izquierda y me dije a mí mismo que no podía creerlo. Es una pintura asombrosa porque es un retrato de familia, tiene ese doble reflejo de conciencia.
-Por tanto, ¿le haría mucha ilusión que le propusieran llevar a cabo este proyecto en el Museo del Prado?
-Pensé que hacerlo sería algo extraordinario, así que decidí volar a Madrid y reunirme con Miguel Zugaza. Cuando llegó el momento, tenía fiebre y no me encontraba muy bien. Me pareció que era una mala señal, pero de todas maneras fui a la reunión y estuve tosiendo todo el rato, pero inmediatamente sentimos simpatía mutua. Él me dijo que quería apoyarme para que lo hiciese. Y ese fue el principio. Cuando estaba a punto de empezar, me habló de invitarme para que ayudase en la apertura del nuevo edificio, y me pareció que sería fantástico. Hice estos tres frisos: uno en el Hermitage de San Petersburgo, otro en la Academia de Florencia, y otro en El Prado. Entonces empezaron a hablar de ofrecerme la posibilidad de mostrar algunas de mis obras entre los cuadros, lo cual me pareció raro porque creo que la fotografía y la pintura no combinan muy bien. La fotografía y la escultura sí; pero la fotografía y la pintura, no.
-¿Rechaza los métodos de manipulación digital?
-Bueno, yo hago algunas correcciones invasivas mínimas, pero no me invento nada. El proceso digital me permite trabajar con el contraste parcial, y con cambios o ajustes de color de una manera mucho más precisa que en el cuarto oscuro. Las fotos más recientes están en su mayoría en formato grande y sobre placa fotográfica. Luego las escaneamos en un archivo digital y trabajamos con él.
Silwan, East Jerusalem, 2009, by Thomas Struth. Courtesy of the artist and Marian Goodman Gallery
-Sobre su nuevo trabajo en Israel para la Galería Marian Goodman de Londres. ¿Me puede desvelar algo?
-Habrá algunas fotografías que he hecho a lo largo de los últimos cinco años como parte de un proyecto mayor titulado This Place. En total hay unas 18 fotografías, pero en Londres solo mostraré 12, más o menos. Además, expondré los nuevos trabajos que hice el año pasado en el Jet Propulsion Lab de Pasadena y en el Centro Armstrong de Investigación de Vuelo, en Edwards, en el noreste de Los Ángeles.
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Autor: Elena Cué
"No Comment" es el nombre con el que el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC) inaugura la exposición del artista de origen chino Yan Pei Ming.
Yan Pei Ming (Shanghai-1960) creció durante La Gran Revolución Cultural Proletaria maoísta y trabajo como artista al servicio del régimen. Posteriormente formó parte del primer grupo de artistas en abandonar China en 1980. Con grandes expectativas llegó a Francia para estudiar Bellas Artes, diplomandose en esta materia en Dijon, Paris y Roma. Este cambio geográfico, cultural y artístico ha influido de manera decisiva en su trabajo.
La obra de Yan Pei Ming destaca por su paleta reducida a la rotundidad del rojo, blanco y negro y por una pincelada de trazo violento y preciso que nos dirige hacia su particular universo. Su obra gira principalmente en torno al retrato, un genero artístico que él interpreta enfatizando la carga psicológica que muestran sus icónicos personajes. Cuando entras en el estudio parisino de este artista franco-chino tienes simultáneamente la sensación, no solo de viajar a través de la historia de la pintura occidental, sino también, de reconocer algunos vestigios de la época en la que estuvo al servicio del régimen de Mao. En suma: Yan Pei Ming es quizá uno de los mejores ejemplos de lo que significa ser hoy artista en un mundo globalizado, donde el ser humano se enfrenta de una manera especialmente dramática a la experiencia de la soledad y de la muerte.
Creció en China en plena Revolución Cultural hasta que con 20 años se traslada a vivir a Francia. Estudió durante cinco años en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Dijon. ¿Cómo fué el proceso de evolución pictórica desde la restricción de un arte propagandístico al servicio del régimen a la libertad absoluta?
En aquella época, en China, la influencia en la pintura era la del academicismo procedente de la Unión Soviética. Era una pintura propagandística al servicio del régimen de esa época. Los cinco años que pasé en la École Nationale Supérieure d’Art de Dijon fueron unos años de total libertad para mí. A partir de ese momento, logré fusionar lo que aprendí de la pintura propagandística con una visión muy personal del mundo de hoy en día. Mi libertad de expresión es muy pronunciada en mi trabajo actual.
¿Cómo vivió el choque cultural de Oriente a Occidente, de un régimen comunista a la Francia socialista de Mitterrand?
Efectivamente, pasé de un universo al otro. En Francia se destacaba la individualidad. Pero para mí, la política de François Mitterrand era, sin duda, socialista, pero liberal.
Fué becado por la Academia Francesa (Villa Médicis) en Roma en 1993 ¿Qué impresión le causó Italia, cómo fué esta experiencia?
Mi experiencia como huésped en la Villa Médicis en Roma fue única. Viví un año maravilloso. Estaba como en el paraíso, siguiendo los pasos de todos los grandes pintores que han pasado por esa ciudad. Esos maestros antiguos me ayudan a entender el arte del pasado y me abren el camino hacia el arte que hay que hacer hoy en día. Para mí fue una experiencia inolvidable.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Mi infancia fue dichosa y solitaria. Desde mi más tierna infancia, estaba en mi propio universo. Siempre soñé con ser pintor porque puedo expresarme sin palabras. Es una fuerza.
Ha pintado numerosas veces a su padre, también muerto. Hableme por favor de él.
Siempre he hecho retratos de mi padre, tanto en China como en Francia. Le he retratado en varios periodos de su vida, a distintas edades. Mi forma de verle ha evolucionado a lo largo de los años. Además, en los títulos de estos retratos hay a menudo cualidades y defectos que le he podido encontrar. Es verdad que la forma en que un niño ve a su padre no es la misma que la forma en que un adulto ve a un progenitor de más edad. Creo que mis retratos de él ponen eso de manifiesto.
Ha retratado en numerosas ocasiones a Mao Tse-Tung. ¿Qué significa y quién es Mao para usted?
Mao está presente en mi trabajo desde que era niño. Era la imagen más reproducida y más extendida en China. Eso me marcó. También recuerdo que mi primera lección en la escuela tenía este título: ¡Viva el presidente Mao! Es un personaje mítico.
En 2009 con su exposición "Los funerales de Mona Lisa" se convirtió en el primer artista chino en exponer en el Museo del Louvre. Un monumental retrato de la Gioconda era acompañado por cuatro lienzos: dos autorretratos representados por calaveras a partir del escaner de su craneo, un retrato de su padre muerto y un autorretrato en el que finge estar muriendo rematan esta exhibicion. ¿Por qué llora la Mona Lisa? ¿Puede explicar esta particular perspectiva?
Es una obra que hice en 2009 para el Museo del Louvre a raíz de la invitación de Henri Loyrette, el presidente-director del museo por aquel entonces. Ese políptico se llama Les Funérailles de Monna Lisa [El funeral de Mona Lisa]. Reinterpreté el retrato de Leonardo da Vinci: Mona Lisa llorando delante de su propio funeral y delante de los espectadores. Mi gesto es parecido al de Marcel Duchamp cuando le añadió unos bigotes.
Su inquietud existencial empieza a muy temprana edad. La continua presencia de la muerte en su pensamiento es incesantemente representada en su obra. ¿La idea de la muerte le hace reafirmar la vida?
En mi obra aparecen muchos estados emocionales: mis angustias, mis dolores, mis incertidumbres. La presencia de la muerte en ella también es importante. Y también, por supuesto, la energía y la vida. No necesito hacer algo decorativo o meloso. La pintura no es una caricia.
¿Qué le angustia más sobre la muerte?
Cuando pienso en la muerte, me rebelo. A partir de ahí, trabajo aún más para llenar la vida. No tengo miedo de morir. Tengo miedo de no vivir más.
Pinturas icónicas de la historia del arte, celebridades, sus autorretaratos o la representación de su padre. ¿Cree que es una forma de transcender?
Me intereso por todo, tanto por la historia del arte como por los personajes históricos y los anónimos. La construcción de la Historia y los temas sociopolíticos me interesan mucho. Componen nuestro mundo y también mi pintura.
La mayor parte de su obra es retratista, principalmente personalidades, políticos o celebridades en gesto rígido y solemne unas veces, amable y complaciente en otras. ¿En qué medida el retrato tiene relación con el paso del tiempo como en Rembrandt? ¿Le ha influido el pintor holandés?
Tiene razón. Rembrandt es un maestro del retrato y, sobre todo, del autorretrato. Es un artista importante para mí. No es el único. También hay pintores franceses, italianos y españoles como Goya, El Greco, Velázquez y Picasso.
La fuerza expresiva y violenta de su gesto pictórico, unida a las considerables dimensiones de los lienzos y el dramatismo de la reducción de la paleta de colores al blanco y negro o blanco y rojo, enfatiza la carga psicológica que transmiten los retratados. ¿Qué es lo que más le interesa extraer del personaje?
Para mí, la persona es la esencia de la humanidad. El retrato permite mostrar a la persona y mostrar su época.
Ha declarado en una ocasión "Lo que me interesa de una persona son sus actitudes, sus miedos y sus vidas, que a menudo son trágicas". ¿El objetivo es sentirse menos solo frente a sus miedos y a su existencia?
Quisiera que el mundo comparta mis angustias, mis temores.
En su serie sobre asesinos, gente que arrebata arbitrariamente la vida. ¿Qué le lleva a interesarse por ellos?
Los animales siempre han luchado por existir. Creo que pasa lo mismo con el hombre. Los conflictos, las guerras y las injusticias son propios del hombre.
¿Cómo artista, dónde encuentra la belleza?
Para mí, la belleza se encuentra en la pintura.
¿Dónde cree que reside la fuerza del arte?
Yo hablaría de fuerza de la pintura.
Ha tenido interes por Goya como se pone en evidencia en su reinterpretación de Los fusilamientos del tres de Mayo o por Picasso al que ha retratado.¿Ha estado en el Museo del Prado? ¿Qué piensa de nuestros maestros españoles?
He visitado varias veces el Museo del Prado. Me ha impresionado cada vez. Cuando estaba en la escuela de arte en Dijon, me marcó mucho uno de mis profesores: Jaume Xifrá. Era catalán y me habló mucho de los pintores españoles.
Filosofia y pintura. ¿Un mismo discurso en el tiempo?
Para mí, el tiempo da la verdad a cada cosa.
¿Cree que hay una línea divisoria o al menos alguna diferencia entre los artistas chinos que después de la Revolución Cultural salieron de China y los que se quedaron?
Hay diferencias entre los artistas que se marcharon y los que se quedaron. Sin duda. El entorno y el modo de vida son diferentes y, por tanto, el trabajo también. Por lo que a mí respecta, yo diría que hoy en día soy un artista nómada, sin frontera. Soy un artista a secas.
Su obra habla de guerra y paz, dinero y globalización, capitalismo y comunismo con la muerte de fondo. ¿Es esta su visión del mundo?
Mi visión del mundo es relativamente pesimista. No creo en la paz. Desde que el hombre existe, la guerra existe y perdura. Me da la impresión de que el hombre luchará hasta la destrucción del mundo.
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La Isla de Mallorca y las circunstancias me han llevado a un encuentro con Miquel Barceló donde he podido conversar sobre su vida y su obra. La visita empezó en su taller de cerámicas La Taulera, y terminó en su casa y taller de Farrutx. «¿Has visto estas piezas negras? Están ahumadas -dice el artista mientras me muestra el estudio- con el humo que sale de la alfarería, las pongo ahí, en la chimenea, para que se queden con el hollín y después lo fijamos con las telarañas y todo. Me gusta mucho. Es arcilla de aquí al lado, se vuelve así de este color de pan, es el color de los pueblos de Mallorca». El taller es empinado con cierta inclinación: «La tierra entraba por ahí y salía en forma de teja o lo que sea por aquí.
Autor: Elena Cué
La Isla de Mallorca y las circunstancias me han llevado a un encuentro conMiquel Barceló donde he podido conversar sobre su vida y su obra. La visita empezó en su taller de cerámicas La Taulera, y terminó en su casa y taller de Farrutx.
Son muy especiales estas ceramicas.
Están ahumadas con el humo que sale de la alfarería, las pongo ahí, en la chimenea, para que se queden con el hollín y después lo fijamos con las telarañas. Me gusta mucho. Es arcilla de aquí, se vuelve así de este color de pan, es el color de los pueblos de Mallorca.
El taller es empinado con cierta inclinación...
La tierra entraba por ahí y salía en forma de teja por aquí. Hay una teoría de los años 60 de un arquitecto francés que se llama Claude Parent sobre la arquitectura oblicua, porque lo oblicuo te obliga siempre a estar en acción, si es horizontal estás parado, si es oblicuo es dinámico. Es divertido vivir en una casa oblicua porque si se te cae algo de la mesa se va rodando. Es muy interesante como concepto filosófico.
¿Esta pieza de cerámica será negra?
Nunca sé qué serán.
¿Cuándo empezó a hacer las cerámicas negras?
Las cerámicas, en África. Las negras hace menos tiempo; primero empecé haciendo los cuadros ahumados, porque una forma de destruir la obra que desecho es quemarla, porque la cerámica no se puede quemar, entonces la machacamos para hacer chamota, que es polvo de cerámica, y lo transformamos en otra cosa. Con los cuadros es curioso, porque los que quería destruir ahumándolos, de repente empezaba a rascarlos y se convertían en otra cosa. Y con la cerámica lo mismo, se convierten en objetos. Mira, esta negra cortada parece leña... Odio esas cerámicas brillantes y de colorines. Me gustan las cerámicas de hace dos mil años, las andalusíes, pero en general casi nada me gusta en cerámica, me gusta la que hacían Miró y Fontana, pero la cerámica contemporánea me parece horrible.
Visité las Cuevas del Drach...
Las cuevas del Drach, la Catedral de Mallorca y el fondo del mar seguramente es lo que más me gusta de aquí.
¿Ha visto la mano de una niña que se ha descubierto recientemente?
Sí, salen cosas continuamente. Analizan un coprolito y dicen, «tiene 50.000 años». Es una carrera a ver quién tiene la cueva más antigua; es una insensatez. Altamira es una maravilla pero no hay nada ni remotamente parecido a Chauvet. Es una joya absoluta, la más antigua y la mejor.
Comentó que Chauvet había sido una de las impresiones estéticas más impactantes de su vida.
Esta cueva tiene algo más que Altamira, Lascaux, o ninguna otra. Yo las he visto todas muchas veces, es casi una profesión. Y hay algo ahí que no somos capaces de entender. En cambio en Chauvet hay algo que se nos escapa, una relación de los hombres con lo que pintan que también se nos escapa, esa especie de empatía tan profunda con el animal. La diferencia de morfología de los animales es alucinante. En Lascaux, un bisonte son todos los bisontes, incluso utilizaban una plantilla, lo que es muy moderno: tenían un pedazo de piel para hacer el contorno. Cuando pintan un bisonte, es un bisonte genérico. En cambio, en Chauvet un caballo o una leona es esta leona específicamente y no ninguna otra ni antes ni después, y le podías poner incluso nombre y apellido. Es como un cuadro de grupo de Rembrandt, que cada personaje tiene una vida y unos padres y unos hijos, es asombroso. Chauvet es la obra cumbre de una cultura de la que no conocemos nada. Y seguramente en las cuevas de Altamira estuvieron sus epígonos.
¿Por qué esa obsesión por las grutas?
Aquí hay muchas, para mí es como ir por debajo del agua. Es también donde se hace la luz. La cueva genera cosas, siempre es fascinante. También es lugar de entierros y de reflexión. Donde yo vivo hay una cueva, algo que fue bastante determinante para que adquiriera la casa.
Observo que sus últimos cuadros no son tan matéricos.
Tampoco me gusta que mi obra tenga que ser matérica. Me gusta mucho Velázquez, él lo era, no es tanto por la cantidad de la materia empleada sino por la percepción. En Goya o Velázquez no es la cantidad de pasta sino la evidencia de la pasta, es decir, que es importante la materia en cada pincelada, no es una abstracción, es un hecho físico, eso es lo que hace diferente a Velázquez de Goya. La pintura española se caracteriza por eso, por esa especie de físicidad de las cosas hasta en Meléndez o en pintores que parecen planos. Rembrandt empezó pintando como pintaba Meléndez toda su vida y poco a poco fue como depurando y concentrando... Como Giacometti, llegó a la conclusión de que todas las figuras humanas convergen hacia la nariz. Es como una pirámide, le decían que sus cuadros los podían colgar por la nariz porque ponía mucha pasta en ella, el pobre Rembrandt. Y Meléndez fue un pintor de figuras frustrado, que siempre quiso ser pintor real, retratista, lo entrenaron para eso. Era hijo de pintores y lo entrenaron para ser un figura. Pero el pobre nunca consiguió ser pintor real y tuvo que pintar esos bodegones toda su vida. Son figuras escondidas, cada tomate es como un retrato y en el borde de la mesa empieza su vida. Cada uno de sus cuadros está subrayado por este borde y al principio es limpio y al final pinta golpes, muescas. Como si fueran todas las heridas que la vida le había hecho a él.
Qué interesante...
He leído mucho sobre la vida de pintores. Y el único lugar donde siento más afinidad con la gente es en el Museo del Prado, viendo pinturas, siento que hay cosas que compartimos. Voy muy a menudo, siempre que puedo. Es mi museo favorito. Es el gran museo de pintura. Me gusta también el Museo de El Cairo, es fabuloso, pero el Museo del Prado es el mejor museo de pintura del mundo.
Hay otra África más bella pero escoges uno de los países más pobres del mundo, Malí (País Dogón); tierra árida, llena de polvo, desierto, termitas, enfermedad, muerte... ¿Por qué?
No escogí, me escogió. Iba a atravesar el desierto, porque había estado viviendo en Nueva York y había estado pintado estos cuadros blancos que no sabía muy bien por qué, una especie de necesidad, de limpieza, de regenerar algo, y también quería quitarme muchas cosas de encima. Entonces fui al desierto sin saber muy bien dónde iba, un viaje con Mariscal, y entonces fuimos a pedir consejo a uno de los que hacía el París-Dakar porque yo no tenía ni carnet de conducir.
Pura aventura.
Fíjate qué osadía, en un Land Rover que acababa de comprar. Yo suelo hacer así las cosas... Me dijeron que tuviera cuidado con el polvo, que entraba hasta en las latas de sardinas, y yo pensé que era una especie de metáfora, pero no, era un hecho, una realidad. El polvo se metía en todo, en los papeles, la pintura... Al principio yo luchaba contra esto, como las termitas, pero al final lo incorporé, era como un regalo, mejoraba todo. Y mi obra tenía sentido ahí. Llegamos a Gao, a Tombuctú, al lado del río, de una gran belleza, con una duna rosa, que es una montaña de arena donde van las parejas al atardecer. Y empecé a pintar, no como en Nueva York, París, ni en ninguna otra parte. Eso de pintar el cuadro grande en el suelo allí no tenía ningún sentido. Y empecé a dibujar en el mercado, como cuando tenía 12 años, empecé a dibujar a la gente, la arena. Es como estar en el espacio pintando sin gravedad, es como dibujar la nada. Espacios, sin siquiera horizonte, es pura luz. Empecé el cuaderno y las acuarelas y entonces llegué al país Dogon y quedé fascinado. Al principio sólo conocía su estatuaria porque está en los museos, pero ni siquiera me interesaba particularmente, me empezó a interesar después, cuando lo conocí. Luego me hicieron una casa los dogón en 1991, pero hubo un golpe de Estado y una revolución y entonces me fui en piragua un mes por el río Níger.
¿Era peligroso?
Bueno, había soldados, Tuareg armados... Se notaba que la piragua no era como las demás, porque la había hecho para pintar. Tenía una mesa con bordes. La barca estaba pintada por delante y por detrás por mí y la vendimos después allí por 300 euros, el precio normal de una piragua. Cuando la vendí pensé que si había algún listo que conocía mi obra igual después me la iba a encontrar en París. Pero acabó en Gao, vieja, y me alegro, estuvo bien, ningún coleccionista la encontró. Y después los Dogón me hicieron otra casa en el mejor lugar, al lado de una fuente de agua, de unas cuevas, un sitio fabuloso, que es mi casa todavía.
Escuchando tantas experiencias me viene a la cabeza una frase suya que dice mucho: «Pintamos porque la vida no basta. En cualquier caso, aquí la vida sí basta. Es casi excesiva».
Todo es extremo en Gao, la felicidad es extrema, el dolor es extremo, el aburrimiento..., todo es extremo. Todo se vive intensamente. Estás enfermo y casi te mueres, todo es muy intenso. Por eso luego todo lo echas tanto de menos. Pero también con grandes momentos de espera porque hace demasiado calor, a veces se alcanzan 50 grados, y hay que esperar que baje la temperatura. Yo no soy nada paciente por naturaleza, pero creo que en África aprendí mucho de esta especie de paciencia.
¿Qué hacía en esa espera?
Escribía, dibujaba, podía leer, pensar o nada.
¿Qué es lo que más echa de menos de Malí?
Creo que lo que más echo de menos es la risa. Con mis amigos cada día nos podía doler la tripa de reír porque a mi casa venían como cincuenta personas, hombres y mujeres, a beber té o cerveza y a contar historias.
¿Y cómo eran esas historias?
Historias suyas. Te vuelven a contar la misma historia que te han contado cincuenta veces, pero mejorada, se trata de ir mejorando. Yo esto lo aprendí de Paul Bowles en Tánger, porque él transcribía las historias del mercado, de los contadores de historias analfabetos. Las historias se publicaron en Anagrama.
¿No tenía su biblioteca?
Sí, yo tengo su biblioteca. Era amigo mío de viejo, tenía 80 años. Era el único europeo que había venido a vivir a África en esa época, para mí era un modelo de comportamiento, no era el típico que se va a vivir a Bora Bora. Como yo, que me fui a vivir al país Dogon... ¿Quién se va a vivir allí? Un tío con éxito y con dinero se va a vivir a otros lugares. Francesco Clemente se fue al sur de la India, cerca de Goa, era más chic. País Dogón es lo más pobre.
¿Por qué en este lugar?
Porque me gustó tanto que me quedé. Creo que necesitaba encontrar un equilibrio.
¿Va a lo extremo para buscar el equilibrio?
Sí, tengo tendencia a esto. Pero también allí encontré algo que no estaba en ninguna otra parte, esta sabiduría dogón y esta manera de estar en armonía con las cosas. Todo cobra sentido ahí, nunca sabes si lo han hecho los hombres o la naturaleza, tiene una armonía perfecta que es muy difícil de encontrar. Y las relaciones con la gente me gustaban. Lo mismo la comida, que es de lo más sobrio y de una simplicidad absoluta. Es una comida muy dura la de Malí, no hay más que grano, es como comida neolítica, pero te adaptas a todo. Creo que me vino bien, porque tenía miedo de convertirme en un cretino y no darme cuenta por haber alcanzado el éxito muy joven. Los cretinos se dan cuenta los últimos. En el arte es fácil perder tensión y mis amigos se morían todos en estos años, Basquiat y los que eran pintores de mi generación.
Tiene mucho mérito porque estuviste metido...
En cosas que no son muy saludables.
Sí, pero tiene más mérito que cortaras con todo, amigos incluidos...
Eran los años 70. Y además, de un día para otro. Creo que me di cuenta de que tenía el poder para hacerlo. Antes no sabía si sería capaz de hacerlo. Lo supe cuando lo hice. Es igual que la capilla de la Catedral, que supe que podía haciéndolo. Creo que se parece a eso, que las cosas las sabes cuando las haces. Cada cuadro es así. Por eso si fracasas no pasa nada porque empiezas otra vez. Ahora que lo pienso, cuando iba a trabajar en la Catedral no sabía muy bien cómo lo iba a hacer, sé que quería hacer una gran cerámica que se cuarteara, que se dividiera por su propia naturaleza, que no fueran baldosas cortadas pero yo sabía que quería hacer eso y sabía de alguna forma que tenía la necesidad de hacerlo, tenía la confianza en que lo haría.
Esta experiencia fue parecida en dificultad a la de la Cúpula de las Naciones Unidas, ya que tardó muchos meses en encontrar el material adecuado.
Fue doloroso. Tuvimos que tirarlo todo, y tuve que despedir a un equipo completo.
¿Y los estudiantes franceses?
Los tuve que despedir también y todavía no me hablo con alguno. Uno me vino con una especie de propuesta de papel maché, como una decoración. Le dije: «Que no, que quiero hacer una cueva de pintura, no quiero hacer un decorado...» Entonces empecé de nuevo pero fue muy complicado y tuve suerte de que no me echaran. Trabajando con la presión de que se acababa el contrato y con penalización por retraso. Me tranquilizaron, pero es que Naciones Unidas necesitaba esta sala.
¿Lo entendieron?
Un día quería explicarles bien «a los responsables», por no dar nombres, lo que estaba pasando. Entonces utilicé una metáfora muy poco afortunada con el suicidio y decía, por ejemplo: «Mira, para alguien como mi abuelo el suicidio no era una opción, estaba prohibido por la Iglesia». Para mí y para nuestra generación desde Nietzsche el suicidio es una opción. Para un artista el fracaso es una opción, es decir, yo nunca tengo la garantía de que una obra va a llegar a buen puerto, porque si la tuviera nunca la haría. Tú has visto hoy las piezas derrumbadas en el taller, que cada una era un día de trabajo entero y ahí fue el fracaso, y este fue un fracaso técnico, por humedad. Entonces, quien lo contó, hizo un resumen de lo del suicidio. Tal vez creía que había un riesgo de que me suicidara y me dijo: «No, tranquilo, tómate el tiempo que quieras». Creía que me iba a colgar de una estalactita, fue muy divertido.
El arte, ¿cuánto de placer y cuánto de angustia, de agonía?
La angustia es una herramienta de trabajo, va con mi obra. La angustia es como una herramienta, es como un pincel más, lo lleva implícito. Yo no encuentro manera de evitarla, a veces la trasciendes, más allá. Y también hay gran placer, claro. La gracia perversa es que nunca eres capaz de repetir el mismo esquema. A veces me sale muy bien, y vuelvo a mi taller pensando, si piso las mismas piedras, si hago lo mismo exactamente, me saldrá bien. No. Nunca.
¿Por qué?
Es un milagro que nunca se podrá repetir de la misma manera, se repetirá de otra, paradójicamente, totalmente contraria. Se trata siempre de aceptar, de ir aceptando lo bueno y lo malo así como viene. Las banalidades que siempre se dicen son ciertas.
Malí, Nepal, Japón, Sicilia, París... Eres un hombre cosmopolita, una especie de peregrino en tierras extrañas. ¿Por qué esa necesidad de vida nómada?
Debe ser consecuencia de la insularidad. La primera vez que entendí que vivía rodeado de agua, me entró claustrofobia. Siempre he visto los barcos con ganas de estar dentro, y eso que los pintores son muy sedentarios.
¿También como búsqueda de inspiración?
Sí, después de Malí necesitaba algo que estuviera a este nivel. Por eso fui al Himalaya, porque me pareció que allí había algo que estaba al nivel espiritual de Mali, algo que no había visto en otra parte. Recorrí toda la cordillera y voy a volver este verano. También porque aquí el verano me gusta menos y aprovecho agosto para irme. Siempre he pensado que los pintores tenemos que inventar continuamente la técnica, las herramientas, no dar nada por supuesto sino replantearlo. En el Himalaya tienes que reinventar cómo trabajar. La última vez trabajaba con pergaminos y me llevé algunos de aquí y los estaba trabajando en monasterios. Es gracioso porque los monjes me decían que yo me hacía cargo del animal, porque cada pergamino es la piel de un animal. No es un pecado, tú te haces cargo. Es bonito: yo tenía un pequeño rebaño conmigo. Ahora lo pienso con cualquier trozo de tela, que te haces cargo, es una responsabilidad poner algo nuevo en el mundo, aunque sea una maceta.
Es triste la situación actual en Malí...
Lo de Malí ha dejado una marca en mí para siempre, sin duda; en mi obra y en mí. Pero ya sabía que acabaría mal, porque lo veía venir, aunque no pensaba que acabaría tan mal... Bueno, pensé que mis hijos seguirían yendo porque tenían muchos amigos allí. Allí se juntan para hacer trabajos colectivos. Como ya no participo con estos temas intento ayudar de otra manera. Estaría bien si mis hijos heredan esta responsabilidad de intentar mejorar, son cosas que uno no puede decir, se hacen pero no se dicen.
Me suscita curiosidad conocer qué es lo que sucede en el interior del artista desde el inicio del proceso creativo. Ha comentado que su pintura es una actividad, en cierta medida, sexual.
Sí, sí, todo es muy sexual. Está claro. Cuando veo las cerámicas, a mí me parece tan evidente que a veces casi me hacía gracia subrayarlo, como en estas vasijas que son sexos femeninos. En la Catedral de Palma lo miraba con una amiga psicoanalista y le explicaba que algunos peces son como sexos masculinos, y los peces abiertos como vaginas y anos. Nuestra mirada al mundo es muy así.
- Entrevista a Miquel Barceló - - Página principal: Alejandra de Argos -
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- Escrito por Elena Cué
Autor: Elena Cué
La feria internacional de arte contemporáneo ArcoMadrid abrirá sus puertas el 25 de febrero con la participación de Colombia como país invitado.
La obra de Fernando Botero (Medellín,Colombia-1932) forma parte de las colecciones de 50 de los museos más importantes del mundo. Artista de paleta, pintura y pinceles, sus manos nunca han perdido contacto con la obra. Su arte figurativo exalta el volúmen y la forma de los personajes provocando una estética más sensual, plástica y monumental. La realidad es deformada a través de su imaginación; amable unas veces, mordaz y violenta otras. La escultura junto con la pintura y el dibujo tiene un puesto relevante en su producción artística cuyo objetivo es "crear una opulencia formal". Estas contundentes figuras ya sean en mármol o bronce han sido exhibidas en las más importantes avenidas del mundo como son: Los Campos Elíseos de Paris, Park Avenue de Nueva York, El Gran Canal en Venecia o el Paseo de Recoletos en Madrid.
Las naturalezas muertas, la tauromaquia, el circo, la religión o el erotismo conforman una extensa temática arraigada en América Latina y especialmente en su país natal con una destreza manifiesta en el dibujo y el color. Lo bello y lo violento confluyen en el imaginario boteriano que nos acerca a la esencia de Colombia a través de una nostálgica memoria.
Desde su estudio en Montecarlo con vistas al mar Mediterráneo y su característica luz nos aproximamos un poco más al alma de este magnífico artista.
Elena Cué: Su conocimiento sobre la historia del arte es muy amplio y es incuestionable la influencia que ha ejercido en su obra. ¿Cree que un artista puede estar pleno sin este bagaje cultural?
Fernando Botero: El gran arte nació de un conocimiento profundo de la tradición y de los problemas de la pintura, sin embargo hay muchas obras que sorprenden por su frescura y su audacia como se ven en el arte popular y en ciertas manifestaciones del arte moderno.
E.C: Ha declarado que "el arte es una acusación permanente". ¿Concibe como un deber moral del artista la utilización de su obra como testimonio y denuncia ante la injusticia que asola el mundo?
F.B: El único deber del artista es con la calidad de su arte. No hay una obligación moral de denuncia. Un artista ante una tremenda injusticia se siente a veces inclinado a decir algo al respecto, denunciar una situación es su elección.
E.C: La influencia de Goya en sus pinturas es manifiesta. La serie de grabados "Los desastres de la guerra" revelan en todo su dramatismo la crueldad de la barbarie humana. En su obra cuenta con una serie sobre los crímenes que se produjeron en la carcel iraquí de Abu Ghraib después de los atentado cometidos en Estados Unidos, en 2001. En nuestra era de la cibernética los sucesos son efímeros ya que la nueva noticia relega la antigua, en cambio la obra de arte es más potente y perdura en el tiempo, se hace más presente. ¿Por qué escoge precisamente esta serie de crímenes?
F.B: Yo no escojo esta serie de crímenes, es que era imposible ignorarlos; como son la tortura por los americanos de los prisioneros iraquíes en la carcel de Abu Ghraib, en el mismo lugar donde torturaba Sadam Hussein. O la violencia en Colombia de ambas partes que dejó miles de víctimas y desplazados y por ser en mi país fue especialmente doloroso.
E.C: Goya ya testimonió que la barbarie no desapareció con la ilustración. ¿Cree que hay esperanza a este respecto?
F.B: No es posible que el arte solucione situaciones que son basicamente políticas. El artista muestra una situación que permanece como una denuncia permanente. Nadie recordaria el bombardeo de una pequeña aldea vasca, Guernica, si no fuera por Picasso.
E.C: Con una vida tan longeva se acumula mucha sabiduría. ¿Cuál cree que es el sentido de la vida?
F.B: El sentido de la vida es diferente para cada persona. Una buena parte toma una actitud hedonísta. En otros hay una necesidad de una realización espiritual o cultural basada en cierta disciplina.
E.C: Una vez abrazada la vida artística en toda su plenitud, con todas sus complejidades. ¿Qué consejo le daría a las generaciones más jóvenes de artistas?
F.B: Se nace artista como se nace cura. Si es un artista nato le diría que el arte no es un juego, que es algo muy serio y complejo que requiere una entrega total.
E.C: Con una estética tan identificativa como la suya en la que la realidad es expresada con una sensualidad volumétrica. ¿ Qué opinión tiene de la artista inglesa Beryl Cook que refleja una visión de la humanidad aparentemente jovial con una estética muy parecida a la suya?
F.B: Primera vez que oigo hablar de Beryl Cook.
E.C: Su producción artística ha sido encasillada dentro del "Realismo mágico" determinado por la importancia del mito en el acontecer latinoamericano y la "Nueva Figuración" caracterizada por un retorno a la pintura figurativa de manera informal, ¿Está de acuerdo con esta inclusión?
F.B: Realismo mágico, definitivamente no porque en mis obras nada es mágico. Yo pinto cosas improbables pero no imposibles. En mis cuadros nadie vuela y no suceden cosas inverosímiles.
El arte siempre es una exageración en algún sentido, en el color, en la forma, aún en el tema etc... pero fué siempre así. Ni las formas en la naturaleza son como en las obras de Giotto o de Massacio, ni el color es en la vida como lo expresó Van Gogh.
Nueva figuración, podría ser. Es más probable porque heredamos la libertad del abstracto y esa libertad en la forma. En el color y en el espacio es intelectual y no realista.
E.C: ¿Qué obras de la literatura han podido influenciar y alimentar la pintura que hace?
F.B: No creo que las otras artes puedan influir en la pintura, a veces una vulgar imagen o una obra del arte popular tienen más efecto en la sensibilidad de un pintor que una obra maestra de la literatura. Yo tuve desde el primer momento, intuitivamente un interes en la exageración del volúmen.
E.C: ¿Qué importancia tiene el dibujo en su pintura?
F.B: Tiene la mayor importancia. El dibujo es casi todo, es la identidad del pintor, es su estilo, es su convicción formal y luego el color es una especie de regalo que se le hace al dibujo.
E.C: La generosa donación de más de 200 obras de su colección particular al Museo Botero en Bogotá, y otra de alrededor de 20 obras al Museo de Antioquía en Medellín es un acto ejemplar.
¿Cuáles han sido sus motivaciones y satisfacciones con este hecho?
F.B: La donación que le hice a Colombia de mi colección y de muchas de mis obras es la mejor idea que he tenido en mi vida. Ver como el público disfruta de ella es mi mejor recompensa.
E.C: El milenario libro hindú Kama Sutra sobre las artes amatorias en plenitud espiritual y sexual se transfigura en el Boterosutra reinventado por su imaginación. ¿Qué artistas a su modo de ver han representado el erotísmo con mayor destreza?
F.B: El erotísmo ha tenido grandes manifestaciones plásticas sobre todo en el Oriente, en Persia, Japón, la India, etc... Yo hice mi serie Boterosutra usando más la imaginación que la memoria y tratando como siempre de que el aspecto artístico fuera más importante que el tema. Que el ritmo de l dibujo, el sutil modelado, la aplicación del color fuera el elemento dominante en esta serie. El tema es extraordinario y único porque solo en el amor el cuerpo humano toma actitudes que solo quizás en el circo se repiten.
E.C: Nietszche en El nacimiento de la tragedia escribe "porque solo como fenómeno estético están eternamente justificadas la existencia y el mundo" ¿Es el arte, como dice Nietzsche, la actividad metafísica de la vida? Para un artista como usted, ¿sería esta metafísica la única que nos puede hacer tolerables los avatares de la existencia?.
F.B: No leí nunca a Nietszche pero si creo que el artista presenta un mundo como metafísica del arte. El artista presenta en general a través de su obra un mundo más bello, más amable que hace más tolerable "los avatares de la existencia" como usted dice.
E.C: El estudio de la relación entre la biografía y la obra del artista ha sido una constante en la historia del arte. La memoria y la actualidad social y política de Colombia está expresada a lo largo de su carrera. ¿Cómo ve la evolución de su país en el tiempo? ¿Qué alcance tiene para usted acentuar su identidad cultural nacional?
F.B: La obra de un artista en su totalidad es en cierta forma su autoretrato, mi país, en medio de grandes dramas ha tenido una evolución económica y cultural positiva. Creo en la importancia de las raíces en la obra de un artista. Ese algo que viene de la tierra es lo que da a la obra su honestidad.
E.C: ¿Cuáles han sido los momentos más importantes de su vida?
F.B: Los momentos más importantes de mi vida han sido siempre unidos a mi trabajo. Fueron momentos en que he sentido que había logrado algo inesperado.
E.C: ¿Qué le queda por hacer?
F.B: Aprender a pintar.
Fotos: François Fernández.
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- Escrito por Elena Cué
Autor: Elena Cué
En Lisboa, a orillas del Tajo, se encuentra el estudio donde la artista Joana Vasconcelos (Paris, 1971) despliega toda su creatividad. Con ella pude hacer un recorrido a través de las salas de tecnología, de fundición, de arquitectura y de costura que conforman el mundo de esta artista portuguesa que conquistó Versalles.
Su nacimiento en Paris fue consecuencia del asilo que pidieron sus padres en Francia tras su huida de la dictadura salazarista. En un mundo tan globalizado ¿Qué configuró la presencia y reafirmación de sus raíces e identidad en su obra?