La escritora y periodista entrevista a algunas de las máximas representantes de la literatura actual en un fascinante compendio, prologado por Enrique Vila-Matas.
Cubierta del libro Una habitación compartida. Inés Martín Rodrigo. Editorial Debate, 2020
En el prólogo de Una habitación compartida (Editorial Debate, 2020), el escritor Enrique Vila-Matas se califica a sí mismo como “un visitante, o más bien un intruso”. Esta calificación la toma de una cita de Witold Rybczynski: “un hombre en un Vermeer siempre da la sensación de que es un visitante, un completo intruso, pues las mujeres del pintor holandés no sólo viven en esas habitaciones, las ocupan totalmente”. Porque las escritoras que aparecen en las páginas del último libro de la periodista y escritora Inés Martín Rodrigo ocupan totalmente su espacio: un espacio que han conquistado a base de esfuerzo y pelea. Un espacio que ya reivindicó Virginia Woolf en Una habitación propia (título que homenajea el del libro), y que ahora comparten gracias al excepcional diálogo buscado, generado y reflejado por la autora. Los nombres de las mujeres que participan en las entrevistas diseñan un panorama literario de una altura excepcional, indiferente a una cuestión de género a la que también se resiste la autora. “No me gustan nada las etiquetas, ni literatura femenina, ni literatura negra, ni policíaca… La literatura es literatura, y punto”, comentaba al respecto Inés Martín Rodrigo en una entrevista publicada por el diario ABC. En definitiva, un panorama de mujeres generadoras de literatura con mayúsculas, tan excepcional como necesaria.
Inés Martín Rodrigo. Foto ABC
La periodista entrevista en estas páginas a nombres como Zadie Smith, Margaret Atwood, Siri Hustveldt, Gloria Steinem, Anne Tyler o Elena Poniatowska. Más que entrevistas, las páginas de Una habitación compartida reflejan conversaciones; Martín Rodrigo se niega a realizar interrogatorios, dando preferencia (afortunadamente) a la fluidez del pensamiento. Una de las cuestiones más presentes en el libro es, lógicamente, el feminismo; sorprende y emociona ver la cantidad de matices y percepciones que despliegan las palabras de las escritoras. Los matices pasan del negro al blanco a través de infinitas tonalidades de gris; ese gris en el que según la autora, “están, probablemente, las verdades”. Martín Rodrigo echa de menos la presencia de algunos nombres esenciales, como el de la fallecida Susan Sontag o el de Joan Didion (a quien no le fue posible entrevistar y a la que le dedicaría, si pudiera, “un libro entero”). Pero a pesar de estas ausencias, Una habitación compartida reúne a un grupo magnífico de intelectuales, escritoras y pensadoras fundamentales en el campo de las letras de los siglos XX y XXI. Quienes disfruten con las buenas entrevistas (esas en las que el entrevistador parece diluirse y desaparecer, siendo en realidad un engranaje esencial para su funcionamiento) y con la mejor literatura no deben dejar pasar la oportunidad de entrar en esa habitación. Y de vivirla de cerca, como un intruso en un cuadro de Vermeer.
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