El escritor presentó su última novela en la Feria del Libro de Madrid. El título hace referencia a una obra (ficticia) que se nombra en el texto, y está inspirado a su vez en un verso del poeta Luis Cernuda.
Retrato de Gustavo Martín Garzo y carátula de La rama que no existe (2018). Editorial Planeta de Libros. En lavozdegalicia.es
“La necesidad del arte surge del miedo a que la vida deje de decirte cosas. A que no tenga sentido”. Con estas hermosas palabras, Gustavo Martín Garzo nos introduce de lleno en la que es su última novela: La rama que no existe, un texto que crea una figura de ficción a partir de un personaje real. El protagonista, Eduardo Blanchard, es un sobrino (ficticio) de la pintora María Blanchard, una de las artistas de vanguardia más importantes de la pintura española. El escritor nos lo presenta retirado del mundo y del arte, habitando uno de los parajes más bellos y melancólicos de la cornisa cantábrica: las Marismas de Oyambre, cercanas a la Santander natal de la pintora. La trama funde el arte con la vida; las historias cotidianas, con las más trágicas; el amor, con el desengaño. Y lo hace mediante una sutil sucesión e interacción de historias protagonizadas por tres personajes. Además de Eduardo Blanchard, en la novela aparecen también las figuras de Claudia (una profesora de instituto que vive una breve e intensa historia de amor con el pintor) y el narrador, amigo y compañero de trabajo de Claudia, y enamorado de ella en secreto en el pasado. De la pasión entre Blanchard y Claudia irá surgiendo el trágico pasado del artista, que se refleja en sus pinturas.
Gustavo Martín Garzo en la presentación del libro durante la Feria del Libro de León. Vía Leonoticias DiarioDigital
“Precisamente es una de las obras de Eduardo Blanchard la que da nombre al libro. A su vez, su título se remite al poema de Luis Cernuda No decía palabras, perteneciente al poemario Los placeres prohibidos. “No decía palabras, / acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, /porque ignoraba que el deseo es una pregunta / cuya respuesta no existe, / una hoja cuya rama no existe, / un mundo cuyo cielo no existe” . La presencia del arte se convierte en uno de los hilos alrededor se teje la trama; pero no un arte cualquiera, meramente decorativo, sino ese arte que “no hablaba de lo que teníamos, sino de lo que nos faltaba”. Del arte que busca reflejar “una belleza que tenía que ver con la oscuridad del mundo y de nuestro corazón”. La voz del narrador de la historia trabaja desde el recuerdo: nos cuenta trazos de algo que sucedió entre dos personas, desde el punto de vista subjetivo de alguien que deseó a una de las dos. Y es en esos recuerdos en los que se va desvelando la relación entre Eduardo y Claudia, a través de la cual Martín Garzo nos adentra en la zona cero del amor y el desamor; de la soledad, y de su reflejo en el arte.
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