Hoy se la calificaría como “pareja abierta”. En su tiempo fue una relación libre entre dos genios literarios, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, que quedó reflejada en las noventa y dos cartas que se conservan de su correspondencia.
Cubierta del libro Miquiño Mío. Cartas a Galdós. Edición de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández. Turner Publicaciones, 2020.
Emilia Pardo Bazán está considerada una de las figuras claves de las letras hispanas y una de las mejores novelistas del siglo XIX. Mujer libre y liberada (para su época y para la actual), ejerció de feminista cuando aún no se conocía este término y desafió las normas de su tiempo a través de su actitud, su personalidad y su literatura. El 5 de marzo de 1893, la autora de Los pazos de Ulloa escribe una carta a Benito Pérez Galdós para felicitarle por sus “admirables artículos”. Es el comienzo de una intensa relación, tanto física como intelectual y epistolar, de la cual se conservan noventa y dos cartas manuscritas que cubren un periodo de tiempo de treinta y dos años. Las cartas fueron recopiladas, editadas y prologadas por los expertos Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández, y en 2013 fueron publicadas en forma de libro por la Editorial Turner, que lo ha reeditado en 2020. Las páginas del libro retratan más de tres décadas de relación de amistad, amor y conexión intelectual acompañados de celos, engaños, envidias y desencuentros. De todas las que se conservan, únicamente la primera fue escrita por Pérez Galdós; el resto, obra de Pardo Bazán, construye un libro inclasificable que despierta innumerables lecturas. Desde la novela romántica hasta el relato erótico o el reproche, todos ellos tienen lugar en estas cartas que dan fe de la calidad literaria de la condesa, pero también de su incontestable humanidad.
Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós.
Que las cartas fueron escritas solo para el ámbito más íntimo queda claro en párrafos inolvidables, tan llenos de pasión como de lo que podría calificarse como ñoñería. Y sin embargo, no lo es: son sentimientos a flor de piel, expresados en un lenguaje que solo el otro, el que recibe sabiendo, puede comprender. “Triste, muy triste... como diría un orador de la mayoría, me quedé al separarme de ti, amado compañero, dulce vidiña. Soy de tal condición que me adhiero y me incrusto en el alma de los que me manifiestan cariño, y el trato va apretando de tal manera los nuditos del querer, que cuando menos lo pienso me encuentro con que estoy atada y no me puedo soltar”. Pero no todo fue pasión y anhelo en los más de treinta años que duró la relación sentimental entre los dos grandes. Momentos como la infidelidad de Pardo Bazán con Lázaro Galdiano o la posterior relación de Galdós con Lorenza Cobián (de la que nació una hija) hacen arder la pluma de la novelista y terminan por cerrar la historia de amor. Un cierre que no terminaría con la amistad entre ambos; al contrario, esta permaneció sellada hasta el final. Posteriormente, Galdós pasaría de ser “mi ratonciño” a convertirse en “mi ilustre amigo”. A día de hoy es un placer volver a leer estas cartas llenas de amor, sensualidad y literatura, que siguen vibrando con la intensidad del primer día.
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