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- Escrito por Maira Herrero
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La primera vez que me acerque al fascinante mundo de Olafur Eliasson (Copenhaguen, 1967) fue hace más de una década, en Octubre de 2003 en la Tate Modern de Londres. La obra a la que me enfrentaba era una instalación increíble que ocupaba toda la entrada del Museo (Turbine Hall). La impresión fue mayúscula pues la luz, el color y el sonido me envolvieron de tal manera que creía estar viendo un sol crepuscular dentro de la gran sala. Realidad y ficción se mezclaron en mi cabeza y me envolvieron junto con otros visitantes en una nueva dimensión. Desde entonces he seguido al que considero uno de los artistas más consolidados del panorama internacional actual. Lo sensorial, imaginativo y técnico se ponen al servicio del espectador para entender el juego de posibilidades de la obra de arte.
El pasado 21 de Febrero Olafur Elisson inauguró en la Galería Elvira González de Madrid su segunda exposición, Your successful uncertainty. Una vez más el título hace un guiño y tiende la mano al visitante, recordándole que la interacción es parte de su arte. A menudo los título de las obras van precedidas del pronombre posesivo Your: Your uncertain shadow, Your blind movement …
Esta exposición esta actualmente incluida en la selección de Alejandra de Argos de las 10 mejores exposiciones en Madrid.
Las piezas que conforman la muestra son muy diferentes en sentido formal pero todas están presididas por esa relación que siempre es patente en la obra de Eliasson: la naturaleza como fuerza creadora y la ciencia a través de la técnica como respuesta a ese sin fin de preguntas. Eliasson es un buscador en el sentido más amplio de la palabra, busca a través del contacto con la propia naturaleza de la que toma imágenes, como las que se pueden ver en la exposición (The hot spring series), recoge maderas durante sus largos paseos, que transforma en piezas llenas de sentido estético y técnico (Access compass), indaga con los materiales comunes como la descomposición de un espejo, unido por un imán a un meteorito encontrado en Nuevo México, o nos recuerda la importancia del agua en nuestro planeta con la catarata invertida (Waterfall Machine). Las piezas hablan de las cuestiones espaciales como reflexión del movimiento, de la luz, de los fenómenos atmosféricos , de la experiencia vital … . Caminar es generar espacio y un sentido físico del tiempo. (Leer es respirar, es devenir. Escritos de Olafur Eliasson. GG, Barcelona 2012)
Conocer a este artista es conocer la realidad que preside la actualidad de nuestro mundo. Comprometido con la naturaleza se sirve de ella para tratar de entender sus enigmas y lanza preguntas en ese laboratorio que ha creado en su estudio de Berlín, formado por un grupo multidisciplinar de profesionales (arquitectos, científicos, artesanos, historiadores del arte) que estudian las propuestas de este creador de ideas y desarrollan los proyectos que hoy podemos ver en museos y salas de exposición. Busca nuevas vías de fusión entre la ciencia y la naturaleza y le interesan tanto, lo formal como lo material, lo orgánico como lo inorgánico. Es un investigador de los fenómenos naturales de la vida en busca de su representación artística.
Su compromiso no se queda ahí, sino que se extiende al campo de la educación. Eliasson es profesor en la Universidad de Künste de Berlín. En 2009 creó el Instituto de Experiencia espacial (Institut für Raumexperimente) donde se imparte una enseñanza innovadora en el campo de la educación artística, busca una formación integral de los alumnos, viaja con ellos para enseñarles a entender mejor su relación con el entorno. De aquí salió la lámpara Little Sun, una pequeña pieza de luz que funciona con energía solar y que ha servido para llevar luz a esos rincones del planeta donde no se dispone de red eléctrica.
Seguir el trabajo de Olafur Eliasson es conocer uno de los caminos para comprender que el mundo sin arte no tiene sentido.
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- Escrito por Marina Valcárcel
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Después de sus exposiciones fotográficas sobre Roma, Venecia... Borja de Madariaga (Madrid, 1966) expone en la galería Espacio 51 de Madrid "Angkor: Naturaleza y Misticismo".
Son casi una veintena de fotografías de distinto tamaño, desde los 200x150 cms a 50x50cms, con las que el fotógrafo pretende ofrecernos, desde un enfoque muy personal y lírico, sus sensaciones y emociones de uno de los conjuntos artísticos más sobrecogedores del mundo: "Trato de resaltar aquello que me conmueve por su alto contenido estético, por el pequeño detalle, por captar una piedra, un árbol, una perspectiva, cosas que en un tiempo lejano quedarán inscritas en mi memoria".
Angkor, situada en el noroeste de Camboya, es la capital del antiguo Imperio Jemer. El origen de esta ciudad se remonta al siglo IX y su esplendor solo duró hasta 1225. Después de esta fecha la ciudad fue abandonada a su suerte y literalmente aislada y engullida por la selva hasta que en el año 1860 fue descubierta por misioneros franceses.
El conjunto arquitectónico, que ocupa una extensión de 400 km2, está compuesto por templos monumentales construidos durante este periodo y constituyen una joya del arte hindú. En 1992 la UNESCO nombró el conjunto monumental de Angkor Patrimonio de la Humanidad.
Madariaga fotografía sus principales templos, Bayon, Angkor Wat... pero las imágenes más impactantes son las de Ta Prom, el único templo que no ha sido restaurado y en el que el fotógrafo se recrea para demostrarnos cómo la naturaleza ha ido ganando terreno y los árboles, con sus enormes raíces que invaden los monumentos, están tan integrados que es difícil distinguir el límite entre naturaleza y escultura.
Pudimos pasear por la exposición acompañados por el fotógrafo que se detenía delante de alguna imagen: "estas fotografías las hice este verano, en mi viaje de novios. Mi mujer y yo solíamos llegar muy temprano a los templos, hacia las seis de la mañana, huyendo de las hordas de turistas. A esa hora los colores son distintos, más intensos y una neblina muy fina lo cubre todo..."
Siendo consciente de la dificultad de alejarse de los "tópicos y típicos enfoques de este lugar mil veces fotografiado", Madariaga pretende, con estas imágenes de alto contenido estético, adentrarnos, además, en algo del misticismo, de la esencia, de los sonidos de la selva, de la bruma y del misterio de estos templos.
De entre todas las fotografías nos detenemos en una en la que nos parece que se resume parte de la magia de Angkor: es el del sueño de una mujer camboyana tumbada sobre una piedra milenaria, como si ella también fuera parte de una raíz de los inmensos árboles que devoran la arquitectura y sobre todo la historia de esta civilización que quedó, como ella, dormida entre la selva durante siglos.
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- Escrito por Maira Herrero
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Poder disfrutar de una exposición retrospectiva de Josef Albers en Madrid es un privilegio para todas aquellas personas que sientan interés por el arte contemporáneo, y su evolución. Una vez más, debemos agradecer a la Fundación Juan March, la posibilidad de conocer de primera mano a este “maestro” de maestros.
Para entender la obra de Albers hay que conocer su formación y, muy especialmente, su carrera académica que ocupó gran parte de su vida. En 1921 comenzó a trabajar en la Bauhaus. A partir de este momento y hasta su clausura en 1933, Albers fue un pilar fundamental para el desarrollo de los planteamientos pedagógicos que se impartieron en este mítico centro de enseñanza. La Bauhaus constituyó la contribución más importante y renovadora de la educación estética europea de su tiempo. La escuela buscó la unidad de las esferas artísticas y culturales y una vuelta hacia la reunificación del arte con la artesanía. Las artes aplicadas, calificadas como inferiores, vuelven a tomar protagonismo en el ideario fundacional del centro. La Bauhaus criticó la enseñanza de la escuela tradicional y buscó enseñar a través de la experiencia.
Entre 1923 y 1928 , Albers dirigió junto con Moholy-Nagy el curso preliminar de la Bauhaus, allí se sentaron las bases que se irían desarrollando en los cursos posteriores. Se comenzaba con la supresión del concepto académico del arte. Había que poner en marcha la fuerza creadora de los jóvenes, y enfrentarse a los problemas más elementales de la creación artística para dar rienda suelta a la variedad de posibilidades y habilidades. Prácticamente, cualquier material era válido para convertirse en una obra de arte y los elementos formales se disolvían en una variedad infinita de posibilidades. El arte no se puede enseñar, pero se puede “aprender”. Hay que buscar un arte que se presente y no que se represente. Formas y texturas se disponen libremente, para acentuar la percepción del alumno, y estimular la fantasía creativa. “prueba y error”, como condición previa al proceso creativo. Economía del material, (utilización óptima del material) y economía del trabajo.
El mismo año en que la Bauhaus de Berlín se cerró, Josef Albers y su mujer Anni, se trasladaron a Estados Unidos invitados por el recién inaugurado Black Mountain Collage, una pequeña universidad situada en un lugar paradisiaco de las montañas de Carolina del Norte, cuyo ideario se parecía al de la Bauhaus. Durante algunos años Albers compatibilizó su trabajo en el Black Mountain con sus seminarios en la School of Desing de Harvard, y con frecuentes viajes a México que le sirvieron para acercarse a la cultura precolombina. En 1950 se instalo definitivamente en Connecticut para ocuparse del Departamento de Diseño de la Universidad de Yale, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1958. A partir de este momento su actividad docente quedó muy reducida pero no así su trabajo artístico. En estos años publicó muchos de sus escritos y realizó una parte muy importante de su obra pictórica.
La visita a la exposición hay que hacerla desde la perspectiva de un artista multidisciplinar y con la idea de que su obra camina ligada estrechamente a su trabajo pedagógico, de tal manera que uno y otro se condicionan hasta en los más mínimos detalles. Las piezas que se exhiben dan una idea de la variedad de materiales con los que trabajó y la diversidad de disciplinas a las que dedicó su ingenio.
Albers, es el pintor de los “cuadrados”, el creador de la famosa serie “Homage to the Square” que comenzó en los años cincuenta y llegó hasta los setenta. La exposición brinda la ocasión de ver reunidas varias de las series que realizó a lo largo de estas dos décadas, donde se adentra en el estudio de la armonía a través de la sincronización de tonos, color y forma. Desde el punto de vista formal estas obras son la mezcla y superposición de tres o cuatro cuadrados que no están dispuestos en el centro geométrico, tienden hacia la parte inferior de la composición, que esta ocupada por bandas estrechas y en la superior surgen campos anchos. Le gusta trabajar en serie porque considera que no existe una única solución para un mismo problema estético. Siempre utiliza elementos geométricos, de manera que optimiza la relación entre esfuerzo y efecto, principio resumido en la máxima que da nombre a la exposición “medios mínimos, efecto máximo”.
Su tendencia a la abstracción comenzó muy pronto y posiblemente su interés por el vidrio y sus composiciones con pequeñas piezas de desecho de este material, fueron un paso más en este camino.
Otras piezas muy representativas que se pueden ver en la exposición son sus diseños de mobiliario doméstico. Destaca la silla de brazos Ti 244, por ser un pieza desmontable, realizada en madera de fresno curvada y creada para su fabricación en serie, un concepto nuevo en este campo, y al alcance de un grupo social más amplio.
El cartón ondulado, y otros materiales de la misma índole, le sirven para practicar el pensamiento constructivo y la imaginación, y no caer en lo puramente formal.
El placer de lo efímero de esta exposición quedara para siempre en nuestra retina gracias al magnifico catálogo que se ha publicado con tal ocasión y donde se recogen algunos de los textos que escribió Josef Albers.
Fundación Juan March. Madrid. 28 de Marzo/6 de Julio
www.march.es
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- Escrito por Marina Valcárcel
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La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. (Gen 1, 2-3)
CaixaForum Madrid exhibe hasta el 4 de mayo, 245 instantáneas de la serie Génesis de Sebastião Salgado (Minas Gerais, Brasil, 1944). Es el testimonio de uno de los fotógrafos más relevantes de hoy, -premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1998, estuvo en la agencias Sygma, Gamma y Magnum antes de fundar su propia agencia, Amazonas Images-. Con esta exposición retrata los confines de la tierra a través de los ocho años que duraron sus 32 viajes, justo antes de cumplir los setenta años.
Del primer contacto con las fotografías de Salgado nos capta su contundente poder estético. Además, y muy poco a poco, nos van inoculando, con un ritmo parecido a las pisadas de sus elefantes, un mensaje no menos potente: Esto que estas viendo es el 46 por cien del planeta que aún se mantiene virgen, y que está ahí, como el primer día del Génesis.
Decidimos entonces ahondar en el pensamiento y en la biografía de este artista ciertamente convencidos de que alguien como Sebastião Salgado debe tener mucho que decir sobre una zona de la vida y del corazón que sólo se ofrece a quienes tienen una determinada manera de mirar el mundo. Un ritmo, una coherencia, una pasión. Y descubrimos que es su viaje interior el que nos interesa.
Salgado es un hombre de mirada muy clara y habla pausada; su inglés tiene un atractivo deje portugués brasileño y su voz lenta no proviene de dudas en el lenguaje sino de que es un hombre que ha visto mucho y, sobre todo, un hombre que ha mirado bien. Elige sus respuestas y sabe contarlas.
ICEBERG MAR DE WEDDELL. PENÍNSULA ANTÁRTICA. 2005
Como todo buen fotógrafo tiene un pacto con la lentitud. "Yo camino mucho, realizo parte de mis reportajes a pie porque en ese tiempo miro y siento la vida, la naturaleza. Lentamente. Si no se produce un cortocircuito. La esencia muchas veces está en las curvas, en las vueltas que das, no en la línea recta". Por eso compara a los fotógrafos con los cazadores. Ambos viven en la espera, inmersos en procesos auténticos. "Hay que experimentar el placer de esperar".
Hasta el proyecto Génesis, Salgado sólo se había dedicado a fotografiar a la especie humana, y de ella, como de todas las especies animales, tiene una mirada distinta, más amplia, más real y de la que, de verdad, nos gustaría aprender. " He comprobado que, a veces, allí donde la vida crea, se prepara la muerte. En Kazajistán, las mismas industrias producían el fosfato utilizado como fertilizante agrícola y como napalm, un arma muy eficaz en la guerra. En Bangladesh, a partir del mismo tejido ancestral del yute, se fabrican los sacos para los cereales y los famosos sacos que se rellenan de arena con los que los combatientes construyen sus trincheras. Bajo el impacto de las balas, el saco de yute se cierra sin dejar salir la arena que protege a los soldados".
BALLENA FRANCA AUSTRAL. PENÍNSULA VALDÉS. ARGENTINA. 2004
Escuchando y entendiendo su biografía, comprendemos que Salgado es uno de esos personajes que nos gustaría que conformaran la primera visión del mundo y del hombre que tienen nuestros hijos. A la edad en la que les domina el ansia de saber y buscan las respuestas en los cuentos y las imágenes, sería bonito poder sentarles en el suelo y dejarles escuchar mirando desde su pequeñez a un sabio en cuyos ojos de cazador lento de imágenes se leen historias auténticas: "En Etiopía hice 850 kilómetros a pie. Descubrí que toda la tierra fértil de las orillas del Nilo salió de allí. Hice un viaje a una comunidad cristiana, donde estuvieron los primeros judíos de Egipto. Fue como viajar al Antiguo Testamento. Aquel fue mucho más que un viaje de 850 kilómetros, fue un viaje de 6.000 años a mi interior".
De mi tierra a la Tierra (La Fábrica), es su libro de memorias. En él cuenta cómo el proyecto de Génesis empieza en las Islas Galápagos, tras las huellas de Darwin, guiándose por El viaje del Beagle. Allí aprendió que el hombre no es la primera especie dotada de racionalidad. Y narra algunas escenas desconcertantes. En los alcatraces comunes, a la hora de aparearse, es la hembra la que elige al macho. Ellos se presentan ante ella, bailan, abren las alas, enseñan su cuerpo. Cuando ella decide seguir a alguno de ellos, salen volando juntos, dan una vuelta de unos quince minutos y después aterrizan. Así uno tras otro, la hembra deja que le hagan la corte y después escoge a uno. Durante esa estación, sólo ese será su compañero y con quién habrá decidido concebir a sus crías.
ALBATROS DE CEJA NEGRA EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS WILLIS. GEORGIA DEL SUR. 2009.
El primer libro de la Biblia recibe en hebreo el nombre de su palabra inicial: Beresit ("en un principio"). Génesis es el nombre que la versión griega dio al libro, atendiendo a su contenido "el origen" del mundo y del hombre. Salgado no cree en Dios pero con Génesis quiso mostrar "la dignidad, la belleza de la vida en todas sus facetas. Y el hecho de que todos compartimos el mismo origen". Entonces vuelve a su época en Galápagos para contarnos cómo un día observando una iguana, se fijó en sus patas delanteras. Su imaginación le llevo a compararlas con la mano de un guerrero de la Edad Media enfundado en su cota de malla y comprendió la similitud entre las especies. El encuentro con la iguana confirmó el título que quería dar a su proyecto: Génesis.
A nosotros viendo esta foto, mientras recorremos las salas frente al Jardín Botánico, y recurriendo de nuevo a la mentalidad de nuestros niños, nos ocurrió lo mismo ¡¿Es la mano del Rey Arturo, o más bien la de Ironman?!
IGUANA MARINA, GALÁPAGOS, ECUADOR, 2004
Salgado nació en una granja del interior de Brasil, allí aprendió a ver y a amar las luces, se crió con cielos cargados de nubes y tormentas a través de los cuales se filtraba la luz. Pasó su infancia entre enormes extensiones de terreno, arroyos, temporadas de lluvia y largas trashumancias a caballo
entre miles de bueyes.
A los 20 años se enamoró de la otra mitad de su vida, Lélia. Juntos llegaron a París en 1970 huyendo de la situación política de Brasil. En su primer verano europeo y en un Dos CV, condujeron hasta Ginebra para comprar a mejor precio su primer material fotográfico. Lélia debía fotografiar edificios para sus clases en la facultad de Arquitectura. Ninguno de los dos sabía nada de fotografía pero enseguida a ambos les apasionó. Así fue como la fotografía se convirtió en su forma de vida. Gracias al trabajo de Salgado como economista en la Organización Mundial del Café conoció África, se enamoró de ese continente y de fotografiarlo y, poco a poco, empezó a dejar su trabajo y a considerar ser fotógrafo.
MUJERES DEL POBLADO ZO'É. PARÁ. BRASIL. 2004
Como siempre junto a Lélia, emprendieron su otro gran proyecto: O Instituto Terra. La costa brasileña desde su origen estaba cubierta por la selva atlántica -unos 3.500 kilómetros hacia el interior del continente- y la tierra de los padres de Salgado pertenecía a este ecosistema. Tras la amnistía política, el matrimonio decidió volver a su país y al llegar a su tierra se encontraron con el drama de la deforestación: los famosos perobás (variedad del roble) y otras especies de árboles habían sido talados, las tierras fértiles antiguamente cubiertas de pasto habían sido arrasadas y el agua, sin nada que la retuviera, corría a sus anchas encharcando todo. "Lélia me dijo un día, Sebastião, vamos a replantar árboles" y sin tener conocimientos botánicos, ni muchos recursos económicos, sintiéndose completamente urbanitas y, sin ni siquiera vivir ahí, decidieron lanzarse a la aventura. Al cabo de seis meses se enfrentaron a la replantación de 2,5 millones de árboles de variedades de la selva autóctona y crearon el primer Parque Nacional de Brasil en una tierra totalmente devastada. Desde entonces la tierra de sus padres está protegida. Con los árboles llegaron los animales, la tierra de su infancia se convirtió en un paraíso casi más hermoso que el que él recordaba. Este espectáculo de la recreación del ciclo de la vida fue el que decidió a Salgado a plasmar con su cámara la belleza natural de los lugares del planeta a los que la mano del hombre todavía no había llegado. "Génesis es mi carta de amor a la naturaleza".
O INSTITUTO TERRA, MINAS GERAIS, BRASIL, en 2001, cuando empezó a funcionar la replantación de la selva atlántica de Brasil, y en 2013 habiendo logrado su objetivo.
"La fotografía es mi vida, es mi forma de vivir con coherencia"
En la mitad de Génesis, Salgado pasó de la fotografía analógica a la digital. Entre 2004 y 2008 utilizó cámaras Pentax 6458 y se pasó al formato medio, el 4,5 x 6.
Domina la monocromía con extrema destreza y ofrece una nueva dimensión de la fotografía en blanco y negro; las variedades tonales de sus obras, el contraste entre luz y oscuridad, nos recuerdan al Barroco y a las obras de grandes maestros del claroscuro como Rembrandt y Georges de La Tour.
En el blanco y negro busca mayor impacto. Cuando trabajaba en color, la belleza de los azules y los rojos le parecía que anulaban la emoción de lo fotografiado. Le desconcentraban. Con el blanco y negro y todas sus gamas de grises, Salgado nos fuerza a concentrarnos en las miradas, las actitudes, en la densidad de las personas: "Cuando miramos una imagen en blanco y negro, nos penetra, la digerimos y, de forma inconsciente, la coloreamos". Para el fotógrafo el momento de apretar el disparador es único y mágico. La fotografía es la interpretación de una obra en la que confluyen varios elementos que se vinculan: las personas, el viento, los árboles, la luz, los fondos... Pero para lograr ver la fotografía, el fotógrafo debe integrarse completamente en lo que le rodea. Es emocionante leer cómo Salgado describe esos momentos de éxtasis ante el disparador: "Sabes que vas a presenciar algo inesperado. Cuando te fundes con el paisaje, con la situación, la construcción de la imagen acaba emergiendo ante tus ojos. Pero para lograr verla, debes formar parte del fenómeno. Entonces todos los elementos se ponen a actuar para ti... A mi me encanta quedarme así, durante horas, acechando, encuadrando, trabajando la luz a fondo... Hay que amar lo que se hace".
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Queremos concluir con un homenaje a dos genios a través de sus imágenes.
Sebastião Salgado, Ciega a causa de las tormentas de arena, Mali, 1985. Pablo Picasso, Celestina.
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- Escrito por Alejandra de Argos
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Con gran curiosidad, entré en la sala que alberga la colección de Furias, que el Museo del Prado exhibe hasta el dia 4 de Mayo. Al igual que el crítico de arte francés, Louis Vauxcelles al entrar en el Salón de Otoño de 1905, clamó su famoso "Donatello entre las fieras" que dio nombre al movimiento fauvista (fieras en frances), así me encontré yo con el "Laocoonte entre las Furias". Esta magnífica escultura del sacerdote de Apolo antes de morir con sus hijos estrangulado por las serpientes, refleja el dramatismo extremo del sufrimiento que representan tambien las Furias; caras descompuestas en un grito de dolor y contorsión.
El protagonismo de la exposición recae sobre los cuatro cuadros que realizó Tiziano para el Palacio de Binche, en Bruselas por encargo de María de Hungría en 1548. Representan a los personajes de la mitología griega que fueron castigados al Hades por enfadar a los dioses: Tántalo a no conseguir la ansiada comida que le sacie; Tício a ser devorado su hígado por un buitre; Ixión a dar vueltas a una rueda eternamente y a Sísifo a portar una piedra enorme sobre sus hombros subiendo una montaña para luego caer y volver a empezar, que dio lugar al ensayo filosófico de Albert Camus, El mito de Sísifo como metáfora del esfuerzo y absurdo de la vida humana. Estos cuadros fueron utilizados políticamente por la hermana del emperador Carlos V como representación alegórica de los príncipes alemanes que se habían alzado contra el emperador.
Destacan también las obras de Rubens, Salvator Rosa, Langetti, Ribera o el dibujo de Miguel Angel Buonarroti, en una exposición cuyo tema central, las Furias cubrió un periodo desde mediados del s XVI hasta finales del s XVII que se utilizó como alegoría política.
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- Escrito por Dr. Diego Sánchez Meca
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Todo arte es un puro juego de la fantasía y de la imaginación que nos produce placer, que nos divierte pero que, al mismo tiempo, nos enseña algo. En sí mismo, como creación, es un modo de manifestarse la fuerza formadora de la vida. Pues crear arte es estar ejerciendo la actividad misma en la que consiste la vida, que no es otra cosa que producción de un mundo de apariencias y juego exuberante y continuo de su creación y de su destrucción. Esta es la razón por la que el arte requiere el desplegarse de una sobreabundancia de fuerza, de una intensidad vital y personal que se explaya y se vierte hacia fuera creando y destruyendo las formas, los objetos y las obras. En esto radica lo artístico del arte, en que su fuerza creadora no es sino participación en la fuerza creadora y destructora que mueve el mundo.
Pues bien, preguntémonos ahora: ¿Cómo actúa esta fuerza? ¿Cómo se ejerce? Se ejerce -y esto es lo más importante- como capacidad de dominar una gran cantidad de estímulos o de impulsos hasta armonizarlos en una forma bella. Fijémonos lo que hace esta fuerza en la naturaleza. Todo lo que vive está movido por un ritmo, y lo propio de lo viviente es engendrar un ritmo. Y esto, hasta el punto de que se puede definir la vida, desde este punto de vista, como una organización rítmica espontánea. Por ejemplo, si recurrimos a nuestra experiencia, estaremos de acuerdo en que preferimos siempre el esfuerzo rítmico al esfuerzo desordenado. Esto lo comprobamos, sobre todo, cuando practicamos algún deporte o realizamos algún trabajo físico. Supone un gran ahorro de energía ejecutar movimientos iguales en duraciones de tiempo iguales, pues obtenemos así el máximo rendimiento a nuestro trabajo muscular evitando la fatiga.
Este es un hecho que rige no sólo el movimiento de los seres orgánicos, sino que se da igualmente también en el mundo inorgánico. Un cierto ritmo tiene lugar siempre allí donde hay un conflicto de fuerzas que no están en equilibrio: entre el frío y el calor, entre lo húmedo y lo seco, entre lo denso y lo expandido, entre la luz y la oscuridad... Todo lo que existe lucha y, por eso, esta oposición de los contrarios instaura un ritmo, el ritmo de las estaciones, el ritmo del día y la noche, el ritmo de la lluvia y la sequía, el ritmo del hambre y la saciedad. Se puede decir, por tanto, siguiendo a Heráclito, que todo el devenir está ligado al ritmo. Y de ello podemos concluir que vivir, existir, evolucionar consiste en instaurar una relación de equilibrio sobre un fondo de desequilibrio, dominar el desorden mediante una organización regular, crear un mundo, o sea un orden y una proporción a partir del caos.
De igual modo, el arte no es, en realidad, el desplegarse libre de efusiones sentimentales o de fantasías incontroladas, sino la conjunción exitosa de contenido y de forma, de inspiración y de técnica. Y tanto más excelsa y sublime resulta una obra artística cuanto la desbordante fuerza del genio que la crea logra quedar finalmente contenida y dominada bajo los perfiles y trazos de una forma artística, o sea, de un orden, de un ritmo. Pues bien, esto nos enseña algunas cosas.
Por ejemplo, en la buena música, ese deseo tan humano de querer alcanzar lo profundo, lo infinito, lo esencial, lo en sí; ese querer encontrar pensamientos sublimes en el paroxismo de un idealismo del lógos, corre el peligro de romper el equilibrio justo entre forma y contenido. Porque la música mejor sería la que se contenta con las formas de nuestro mundo y de nuestra vida y las ama por si mismas, como meras apariencias, sin tratar de ir más allá de ellas buscándoles un sentido en sí como esencia trasmundana. La música, como juego de formas melódicas y ritmos, es, en este sentido, un modo privilegiado de pensamiento de la verdad de la apariencia, ya que su forma artística permite conocer el mundo, no como descubrimiento de su ser más profundo, sino como juego trágico-dionisíaco del crear y el destruir. Los ritmos, las canciones, las armonías que el artista crea y con las que piensa se refieren a la tierra y a la vida, que no es más que ese juego alternativo de nacimiento y muerte.
Lo interesante es que, así entendida, esta música no tiene por qué derivar en el pesimismo y en el ascetismo, como concluía Schopenhauer. Al contrario, puede llegar a convertirse en el verdadero contramovimiento del ascetismo y en algo completamente antipesimista: "Creería sólo en un Dios que supiese bailar", dice Nietzsche. Que es como exigirle a la música que sea el arte de la ligereza, de la versatilidad, de la sutileza y del puro gozo de vivir. Lo que esta música enseña a todo ser humano que ama y afirma la vida es a conquistarse a cada instante dominando su caos, dando un sentido a su vida e imponiendo una ley, un orden, un ritmo, una forma a su impulsividad y a su temporalidad unificándola en un todo y dirigiéndola a unas metas. Si no hace esto entonces se verá aplastado por el caos, o sea por la multiplicidad de sus impresiones e impulsos, de las determinación cambiantes e imprevisibles que se mueven en todas las direcciones en el seno último del acontecer.
En conclusión, la música que expresa la victoria sobre el caos es la música que afirma la vida, la que sintoniza con la gran salud del cuerpo, la que afronta el reto de conquistar un orden en el tiempo en vez de sucumbir pasiva y nihilistamente a la seducción de un caos sonoro que privilegia los timbres y los colores en detrimento de la organización armónica y melódica. Nietzsche pensó así la música dionisíaca. En el escenario esta música debe sonar ella sola, sin trasmundos, generando vitalidad. El buen estilo en música sería, por tanto, la música absoluta, imagen de una necesidad de superación que se despierta ante el sentimiento, no sólo de lo bello como plenitud de la forma conquistada, sino también de lo sublime que rompe continuamente cualquier forma inducida por un impulso de una nueva y más profunda plenitud.
Diego Sánchez Meca
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- Escrito por Maira Herrero
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En poco más de trescientas páginas el historiador y periodista alemán Florian Illies relata con humor y fugacidad los acontecimientos culturales que vivió Europa el año anterior a la Gran Guerra.
Este libro no es una novela, ni tampoco un ensayo, simplemente es una crónica que engulle al lector, en un relato contado durante los doce meses del año sobre una parte importante de los acontecimientos creativos y culturales que tuvieron lugar antes de la masacre bélica que hizo temblar los cimientos de todo el pensamiento occidental.
La obra resulta atractiva para cualquier curioso que quiera rememorar las vanguardias artísticas, la influencia del psicoanálisis en el pensamiento posterior, especialmente en la Escuela de Frankfurt, las grandes obras literarias, los grandes acontecimientos culturales y el cambio de mentalidad que se estaba produciendo en Europa, ignorando que su estilo de vida estaba a punto de desaparecer. El desarrollo tecnológico, industrial y de las artes colocó al mundo occidental en cimas jamás soñadas para trasladarle en poco tiempo a su total hundimiento.
Dos son los hilos conductores del relato, por un lado la relación epistolar entre Frank Kafka y su amada Felice Bauer y por otro, la turbulenta relación entre Alma, la viuda de Mahler y Oskar Kokoschka, contada a través de su famoso lienzo, "La novia del viento”.
Los grandes creadores del primer cuarto del siglo XX, entran y salen a lo largo de estos doce meses del año de 1913. Arnold Schönberg e Igor Stravinsky y las nuevas formas musicales. Freud y C.G. Jung con sus luchas intestinas. La disolución del grupo Der Blaue Reiter (Wassily Kandinsky, Franz Marc, Albert Bloch, Robert Delaunay) y del Die Brücke (E. Ludwing Kirchner, Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff…). La crudeza de los lienzos de George Grosz, que utiliza su arte como un arma contra el poder establecido. La nueva arquitectura de Peter Behrens, autor unos años antes de la sala de turbinas de la fabrica de AEG, de Walter Gropius, de Adolf Loos y de otros muchos arquitectos que toman la luz y la simetría como razón de su trabajo.
“La exposición de arte actual procedente de Europa cayó sobre nosotros como una bomba”, así comentaba la revista Camera Work, la muestra que se celebró en el Armory Show de Nueva York a principios de 1913. La obra de Marcel Duchamp “Mujer bajando una escalera” noqueó a los visitantes americanos. Berlín celebra, unos meses después, en la legendaria galería Sturm, el Primer Salón de Otoño Alemán, donde están representadas todas las vanguardias, excepto los pintores de Die Brüke. Gertrud Stein es el centro de la creatividad parisina, en su casa reúne a artistas ya consagrados como Picasso, Matisse y Braque. El coleccionista Eduard Arnhold hospeda en su casa a Emil Nolde, que junto a James Simon son los grandes mecenas berlineses. Escritores, pensadores, editores, marchantes... cierran el circulo del relato.
París, Berlín, Zurich, Venecia, Viena, Munich, son los recorridos habituales en los que se mueve la cultura más progresista de la época. Es el momento de la transformación de las ciudades en grandes metrópolis. La moda comienza a formar parte de un nuevo estilo de vida.
A todo el derroche de figuras claves que se van sucediendo en el tiempo, el libro incluye numerosas anécdotas contadas en clave de humor y algunos datos que no coinciden en el tiempo pero que visten adecuadamente la historia. Casi se podría decir que 1913, Un año hace cien años es una pequeña guía de mano para adentrarse en el fascinante mundo de la creatividad exuberante, que se cierra con el Manifiesto suprematista y con "Cuadro negro sobre fondo blanco" de Malevich.
Floorian Illies. 1913 Un año hace cien años. Salamandra 2013