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En 1945, a finales de la II Guerra Mundial, en una Alemania prácticamente derrotada, nació Anselm Kiefer. En una Alemania dividida, hundida tras la guerra y luchando por reconstruirse, creció este artista que abandonaba sus estudios de Derecho para estudiar en la Academia de Arte de Friburgo primero y en la de Karlsruhe, después. Era inevitable que estos acontecimientos influyeran en su forma de pensar y de crear, como fue inevitable también que lo hicieran las enseñanzas de Joseph Beuys, entonces profesor suyo en Duseldorf, entre los años 1970-1972. Todo esto hizo que se le conociera como uno de los artistas más provocadores del momento. De hecho, sus primeros trabajos fueron unos libros de fotografías realizadas en su estudio, vestido con el uniforme del III Reich y haciendo el saludo nazi. A Genet fue uno de estos libros. Eran los años 70 y Alemania trataba de alcanzar el milagro económico y enterrar la vergüenza del nazismo. Mientras algunos veían en esta provocación una nostalgia por tiempos pasados, otros veían un intento por exponer la propia historia, por hacerle frente.
“Once upon a time in a deep dark wood…”, disponible en http://www.eca.ed.ac.uk/, 2015
Hasta 1980, sus obras apenas eran conocidas fuera de Alemania. Fue en este año, en la Bienal de Venecia, cuando su trabajo tuvo proyección internacional. Sus obras Parsifal y Los héroes espirituales de Alemania desataron la polémica más allá de su país. Sin embargo, según Kathleen Soriano, comisaria de la próxima exposición en Londres sobre el artista: «es un enfoque corto de miras el de las personas que sostienen que la obra de Anselm Kiefer se centra en Alemania y en el III Reich, pues va sobre las tensiones entre lo bueno y lo malo, continuar adelante o hacia atrás».
El artista está convencido de que la memoria es lo único que nos permite afrontar los traumas de nuestra historia y por ello comparte con el poeta Paul Celan un sentimiento de melancolía que le lleva a pintar el cuadro Margeritte (1981), influenciado por sus poemas.
imagen: Margarethe (1981), disponible en http://www.saatchigallery.com/
Sea como fuere, el pintor está obsesionado por indagar en la historia y la mitología alemanas, aunque interesándose también por la Biblia o la Cábala. Influido sin duda por Beuys, para él, el arte se convierte en vehículo de regeneración, en un elemento salvador. Dentro del neorrealismo alemán, su pintura se llena de todo tipo de símbolos, mitológicos y religiosos, una suerte de teatralidad que presidirá todas sus obras, una superposición de capas, una mezcla de materiales, una fusión de pintura, escultura o fotografía que crea un pequeño escenario en donde materializar sus inquietudes filosóficas, históricas o religiosas, como en El ángel caído o El orden de los ángeles.
Imagen: Imagen 2, Exposiciones Anselm Kiefer, disponible en http://www.plataformadeartecontemporaneo.com/
En 1993, Kiefer decide establecerse en Barjac, Francia, en donde crea una especie de laboratorio en el que experimentar con distintos materiales y técnicas. Sus obras, en lo que se ha calificado de «arte matérico», son tan impactantes para la vista como para el tacto. La fuerza de sus pinceladas o la gama de colores prácticamente monocroma se alían con materiales tan dispares como el plomo, la paja, el barro o las plantas. Y la ceniza, símbolo de la regeneración. También es ahora cuando se abre al mundo con temas más universales pero sin abandonar nunca sus antiguas obsesiones.
Durante los años 90, las obras de Kiefer viajaron por todo el mundo, expuestas en los más importantes museos y como parte de importantes colecciones, tanto públicas como privadas. Creando a golpe de shock que, según dice, es lo único que le permite empezar una obra, el artista se deja la piel intentando demostrar que no hay una sola verdad, sino diferentes puntos de vista, y cuestionando el lugar del ser humano respecto al universo que plasmará en una serie de cuadros monumentales sobre el cosmos.
En España, su primera exposición individual tuvo lugar en el Centro de Arte Reina Sofía, en 1985, bajo el título El viento, el tiempo, el silencio, en la que destacaron sus construcciones en ladrillo, referencia a su atracción por la antigua Mesopotamia, junto a una importante selección de libros. A partir de entonces, su obras volverían a nuestro país en diferentes ocasiones. En 2007, el Guggenheim de Bilbao celebraba su décimo aniversario con una muestra del trabajo de sus últimos diez años, contando con los fondos del propio museo, con obras que mostraban sus referencias históricas, culturales y geográficas, así como sus inspiraciones literarias y poéticas. Todo siguiendo un orden adecuado: «Mis obras son muy frágiles y no tan sólo en el sentido literal. Si las colocas juntas en las circunstancias equivocadas, pueden perder completamente su poder», según declaró el artista un año antes en la revista Modern Painters.
Después, en 2011, lo recibía el Teatro Real de Madrid con la escenografía que había realizado, ya en el 2003, para la ópera Elektra, de Richard Strauss: «Fue un gran desafío. Pero yo soy pintor, no escenógrafo. La música me inspira mucho, pero como la poesía». Más tarde (2013) sería La Coruña la que acogería sus obras en el MAC, en esta ocasión además con la proyección de dos películas sobre él: Over Your Cities Grass will Grow (2010), y Anselm Kiefer (1998).
Imagen (superior izuierda): Dresses, disponible en http://enhabiten.blogspot.com.es/, 7 de diciembre de 2010
Imagen (inferior izquierda): Interior (1981), disponible en https://fireplacechats.wordpress.com, 12 de diciembre de 2014
Imagen (inferior derecha): The Ronowed Orders of the Night, disponible en https://lolascripor.wordpress.com, 30 de marzo de 2015
Convencido de que el arte se ha vuelto un refugio para inversores y especuladores, Anselm Kiefer prohibió a sus galeristas exponer sus obras en las ferias «el lugar más horrible del mundo» y les pidió que solo vendieran en museos donde «todo el mundo puede ver ahí el arte». Él, en su taller de Bajarc, se siente al margen de todo este mundillo: «Trabajo en niveles diferentes, mucha gente no ve lo que hago. Quizá no lo entiende. Pero me da igual, ya lo verán en otro momento». Mientras llega ese momento, su última exposición tendrá lugar en la Royal Academy de Londres, hasta el mes de diciembre, englobando cuarenta años de su obra y de su vida.
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John Currin nació en 1962 en Boulder, Colorado. Estudió en la Carnigae BFA de Carnegie Mellon University en Pittsburgh donde obtuvo un BFA y un MFA de Yale University.
Es un pintor con estilo muy realista, que muestra el desnudo y la sexualidad humana de forma provocativa, exagerando los gestos con una temática social. Admirador de los grandes maestros del arte, es conocido por expresar en su pintura figurativa la femineidad de forma satírica, provocando en cada creación una técnica pura pero muy hábil.
Imagen: Currin y su obra “The Women of Franklin Street”, disponible en http://www.newyorker.com/, 28 de enero de 2008
Gran estudioso del color, la composición y la técnica de los pintores renacentistas y los franceses en el siglo XIX, conoce el trasfondo de los diversos movimientos artísticos y los emplea a conciencia en sus obras.
Maneja un interesante diálogo entre la cultura moderna y la alta cultura, posturas que marcan su esencia creativa, mezclando la pintura con revistas de corte popular y modelos, distorsionando el cuerpo de la mujer. Son obras burguesas, que buscan enfrentar la ironía con la emotividad de los ochenta. En los retratos femeninos se observa la influencia de Cranach y del manierismo italiano.
El artista muestra el culto al cuerpo, a la hipocresía social y a la debilidad carnal como se puede ver en su obra "Acción de gracias" donde revela la libertad moral en un solo rostro de tres mujeres festejando, manifestando su insistencia en los modales vulgares del hombre actual, pero dentro de un marco de gran belleza.
Imagen: Thanksgiving (2003), disponible en http://www.penccil.com
Participó en muestras colectivas con grandes pintores en el Whitney Museum de Nueva York, también en la Whitechapel de Londres, pero su primera exposición en solitario es “Mid-Career Retrospective”, en el MCA de Chicago. Esta muestra abarca los años noventa hasta la actualidad y es la misma que luego viajaría a la Serpentine Gallery, en Londres.
John Currin ha sido criticado por su estilo tan definido como misógino, pornográfico pero también ésta ha sido la causa de que adquiera gran popularidad y éxito en sus ventas.
En el cuadro “Las ladronas del cornejo” de 2010, expuesto en Gagosian Gallery, se puede apreciar en el detalle del lazo un rojo intenso la maestría con la que incluye elementos de enorme naturalidad entre imágenes fuertemente desnaturalizadas, haciendo de este contraste parte de su seña de identidad. Cada detalle en su arte produce un efecto que roza lo grotesco y lo absurdo, pero estos estímulos visuales conducen al espectador a disfrutar de su destreza como artista.
Imagen: Dogwood Thieves, disponible en https://mindmarrow.wordpress.com, enero 25 de 2013
Otro de sus increíbles cuadros es sin duda “Las mujeres de Franklin Street” que representa a tres damas casi desnudas, con un contenido sexual muy explícito y también un claro efecto sádico en la mujer ubicada en el centro con un rostro casi inmóvil, quizás para acentuar el mensaje de que la figura femenina es un objeto.
En algunas de sus representaciones parece burlarse de la moral, pero su gran aportación es elaborar una composición pornográfica enmarcada en una obra pictórica excelente.
Se habla de Currin como un ilustrador con una mirada masculina de mal gusto, pero lo cierto es que la controversia y las especulaciones sobre su creatividad, no dejan indiferente a nadie, tampoco limitan su pintura a un mero aspecto sexual.
Su pincel es provocativo, pero combina perfectamente lo cursi con lo artístico con gran genialidad. En su pintura aplica la tradición y lo contemporáneo, mostrando la fealdad, proporciones grotescas, renunciando a su crítica social con una mezcla de sensualidad y vulgaridad cotidiana.
John Currin dice sí mismo: “Siempre me han gustado las cosas que pretendan ser absolutamente mediocres pero perfectas, como una suave canción de rock que es perfectamente memorable, que tiene increíblemente esta larga vida y persistencia, que es muy ordinaria pero excitante”.
Imagen (superior izquierda): Glasses, disponible en http://uk.complex.com/, julio 15 de 2013
Imagen (superior derecha): Karren2, disponible en http://www.junejoonjaxx.com/
Imagen (inferior izquierda) Stamford After Brunch, disponible en http://www.junejoonjaxx.com/
Imagen (inferior derecha): The Gardeners (2001), disponible en http://www.moma.org/
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Era el verano de 2013 cuando el artista escocés Peter Doig regresaba a su tierra natal como un hijo pródigo. La National Galleries of Scotland realizaba una exposición retrospectiva del artista llamada No Foreign Lands (No hay tierras extrañas). Era la primera vez que exponía en su ciudad de origen. Con este título parecían querer explicar la esencia y el corazón del pintor así como su obra, ya que Peter Doig, nacido en Edimburgo en 1959, había dejado pronto su ciudad para ejercer de nómada por distintos lugares del mundo.
imagen: Peter Doig en la National Gallery de Escocia, disponible en http://www.telegraph.co.uk, Julio 2013
En 1962 se trasladó con su familia a la isla que le acogería definitivamente años más tarde, Trinidad, abandonándola a los pocos años para vivir en Canadá. Este cambio fue el origen de una serie de obras realizadas posteriormente, en los años noventa, en las que Doig presentó aquellos paisajes invernales y nevados de su infancia y juventud, como en White Creep. Más adelante, en 1979, su inquietud le llevó de nuevo a Gran Bretaña y, en Londrés, estudió Bellas Artes en la St Martin's School of Arts y en la Chelsea School of Arts. ¿Fue aquí cuando se enamoró de pintores como Edward Hopper, Paul Gauguin o Edvard Munch?
Los críticos y estudiosos no le llaman «nómada» por capricho. En los años ochenta regresa de nuevo a Canadá, concretamente a Montreal, a sus paisajes nevados, a sus enormes lagos de aguas quietas en los que flotan canoas, algunas con personas solitarias que parecen estar ajenas a todo lo que pasa a su alrededor. Fue uno de estos temas, Canoa blanca, la que años más tarde, en 2007, le convirtió en toda una celebridad al ser subastada por casi diez millones de dólares, un auténtico récord para un artista europeo vivo.
imagen: Canoa Blanca 1990-91, disponible en http://www.saatchigallery.com/, 2015
Sin embargo, para alguien que había decidido alejarse de toda la parafernalia del comercio de arte, esto suponía un serio problema a la hora de crear. Según un artículo del New York Times, el pintor decidió no vender más sus obras al coleccionista Charles Saatchi, responsable de esta venta: «Estaba muy nervioso después de la venta. (...) La gente hablaría más del precio de la obra que del propio trabajo. Además me hacía más difícil pintar. Me preguntaba, ¿por qué lo hago? ¿Estoy haciendo más ricos a los ricos?»
A pesar de estos miedos, el artista ya había sido reconocido por la crítica como uno de los grandes pintores contemporáneos del siglo XX. Fue nominado al premio Turner en 1994 y, ese mismo año, recibiría el premio Elliette von Karajan, además de convertirse, en 1995, en el comisario de la Tate Gallery de Londres.
Durante estos años, uno de sus trabajos más conocido y valorado fue la serie de pinturas basada en uno de los edificios del arquitecto suizo Le Cobursier, Unité d’Habitation, en el que trataba de reflejar su preocupación por la relación de la naturaleza con la obra del hombre. Después de fotografiarlo a placer, plasmó en grandes lienzos el fuerte contraste entre aquel sobrio edificio de hormigón y la vegetación que parecía engullirlo, en medio de trazos impresionistas azules, rojos y amarillos.
imagen: La Casa del Arquitecto en el Barranco 1991, disponible en http://www.saatchigallery.com
Esta relación con la naturaleza, con el entorno en el que vive, se hizo especialmente importante cuando decidió establecerse de nuevo en la isla de Trinidad, en 2002. En Puerto España abrió su taller de pintura y, otra vez cámara en mano, se empapó de los paisajes y de los habitantes. La cámara, las postales o los recortes de periódico se habían convertido en sus más fieles aliados a la hora de conservar en la memoria todo lo que veía y, a partir de ellos, creaba sus cuadros ya dentro del taller, no en una creación fotorrealista, sino impresionista y abstracta.
En esta etapa, retrató sobre todo una naturaleza salvaje, con gran influencia de Gauguin, en la que se cuela de vez en cuando algún personaje solitario, dibujado de forma esquemática, en medio de los fuertes colores llenos de vida del paisaje.
Imagen: Pelicano (Ciervo) (2003), disponible en http://peterdoig.mbam.qc.ca/
Cómo él mismo reconocía, trataba de homenajear a sus pintores favoritos, pero sin que sus obras fuesen simplemente exóticas o representaran un mundo idílico y primitivo, sino con una visión propia de ese mundo que lo rodeaba, un mundo que se transformaba según el momento y el observador. Muchos estudiosos han hablado del carácter onírico y misterioso de algunos de sus cuadros y de la contradicción y la paradoja que encerraban: si en un primer vistazo parecen accesibles y cercanas, después se van convirtiendo en algo mágico y misterioso.
Han sido muchas las exposiciones que se han hecho a lo largo de los años sobre la obra de Peter Doig. En 2005, siendo profesor de la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, tuvo lugar una exposición en la Pinakothek der Moderner de Munich sobre su obra, donde destacaba, entre otras imágenes, la de un viejo roquero que miraba de frente a los visitantes, sentado en una pequeña barca, en la composición llamada One hundred years ego.
Imagen: Hace 100 años (2001), disponible en http://peterdoig.mbam.qc.ca/
Más tarde, en 2008, la Tate Gallery de Londres expuso dos décadas de creación del artista, con más de cincuenta pinturas al óleo y trabajos sobre papel y en la que mostraba a un Peter Doig pintor de sueños y de mundos alternativos, llenos de fantasía combinada con recuerdos e imágenes de su memoria. Después, tuvieron lugar las muestras del Musée d’Art moderne de la Ville de Paris y de la Contemporary Fine Arts de Berlín, hasta regresar a su ciudad natal con la exposición ya mencionada, No hay tierras extrañas, que se trasladaría después a la Montreal Museum of Fine Arts, a principios de 2014, destacando en ella sobre todo la muestra de cuarenta carteles de películas que Doig pintó para las sesiones de cine del studio filmclub, instalado en su propio taller.
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- Escrito por Maira Herrero
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Lygia Clark: The Abandonment of Art, 1940-1988. MoMA. Nueva York.
“ Se trata de desafiar las narrativas canónicas con la intrusión de objetos diferentes”
Así entiende el arte, el conservador jefe de Arte de América Latina del MoMA, Luis Enrique Pérez-Oramas. Y así lo recoge la exposición de la brasileña Lygia Clark que recorre las distintas formas de la artista de entender el arte a lo largo de los años y que le han convertido en una de las figuras centrales del arte Latinoamericano del siglo XX.
Los primeros años del trabajo de Lygia Clark quedan enmarcados dentro de la corriente de la abstracción geométrica, con la que rompió años mas tarde para pasar a formar parte del grupo de artistas brasileños que firmaron el manifiesto Neoconcreto (1959), como respuesta al exacerbado racionalismo en el arte en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Buscan la recuperación del aura en la obra de arte, el regreso a las intenciones expresivas, la recuperación de la subjetividad y un intento de renovación del lenguaje dentro de la máxima “sin emoción el Arte es precario”.
Solo unos meses después de la firma del manifiesto se distancia del grupo y comienza a repensar la obra de arte en su relación con una participación activa del espectador. Para ello requiere redefinir la percepción, la exhibición, la comunicación y las estructura. Una ruptura con la obra de arte definida y acabada. Clack busca revitalizar la noción del objeto artístico autónomo. La pintura se emancipa desdoblándose en objeto, se transforma en cosa.
La exposición comienza con sus primeros trabajos que se enmarcan en el territorio formal de la abstracción , pero poco a poco su pintura va transformándose y convirtiéndose en cuerpo. Se independiza y las formas conquistan el espacio de manera decisiva para luego romper con la distancia entre el espectador y la obra, e interpelarle como una nueva forma de desafío del mundo inorgánico frente al orgánico. Aparecen las “líneas orgánicas”, esas líneas que agrietan el cuerpo de la pintura, esas líneas de ruptura. Busca la emancipación de la pintura de sus marcos convencionales, “la pintura cae al suelo”. Cuerpos que interactúan con otros cuerpos.
En 1961 comienza a crear , los denominados Bichos, unas placas de aluminio, acero inoxidable, y metal pulido, articuladas por bisagras. Son construcciones hecha de varios planos, que no se define escultóricamente por una masa determinada, como tampoco por una base o pedestal, son organismos vivo y activo con el que el espectador puede interactuar. El MOMA los presenta sin protección alguna para que el visitante pueda aproximarse e imaginar las multiplicidad de formas que ofrece la obra.
Entre 1964 y 1965 se produce un momento critico en su trabajo creativo. Su obra “Caminando” , una de las más representativa de su producción, plantea nuevas vías de entendimiento. La obra es su propia acción, es la fusión con el espectador. El interés por la forma, se concreta en la banda de Moebius y sus implicaciones, lo que esa forma puede hacer. Es la cinta o banda en la que no existe discontinuidad entre dentro y fuera, entre interior y exterior. La acción de “Caminando”, consiste en que el espectador corte un trozo de papel en forma de cinta de Moebius hasta llegar a hacer una línea finísima que se convierte en lo que podríamos llamar una línea residual, que a su vez se transforma en “el resto” de la acción, es decir, en “la obra es su propia acción”, el descubrimiento de esa línea orgánica que tanto fascina a la brasileña. “Caminando” es una de las piezas centrales en el trabajo de Clark y de esto modo lo han entendido los comisarios de la muestra, dejando que los visitantes se acerca a la obra, pero solo los más atrevidos responden a la intención de la artista.
En 1966 un accidente de automóvil dejo a Lygia con una mano inutilizada por una fractura en la mañeca, y el envoltorio que protegen el hueso roto le sirve de disculpa para crear una pieza con una bolsa de plástico transparente que llena de aire y una piedra que coloca en la bolsa. Este es el primer objeto relacional que describe en un texto importantísimo para entender esta etapa de su vida: “Para descubrir el sentido de nuestros gestos rutinarios”.
La exposición reúne mas de trescientas obras, procedentes de Museos y colecciones privadas de todo el mundo y son tantas cosas las que se podrían decir de esta artista plástica brasileña que creo que sería interesante indagar a fondo sobre su trabajo y su manera de entender el arte. En 1997 la Fundación Antoni Tapies le dedicó una exposición y la Fundación Juan March en 2011 presentó algunos de sus trabajos en la exposición América fría, “La abstracción Geométrica en Latinoamérica (1934-1973)”.
La exposición nos hunde en una reflexión sobre el papel del espectador y su transformación de mero receptor pasivo de una obra cerrada a su intervención activa, interpretándola, manipulándola e incluso formando parte físicamente de su composición. Una pluralidad de significados que convergen en un solo significantes, para crear una nueva percepción estética.
Lygia Clark (Bel Horizonte, 1920-Río de Janeiro, 1988). Se formo en Río de Janeiro y París y después de pasar por la abstracción, formo parte del Grupo Frente y más tarde fue una de las firmantes del manifiesto del Neo-Concretismo, a partir de 1960 desarrolló su faceta mas creativa buscando la interacción de la obra con el espectador. Actualmente es considerada una referencia en el estudio de los limites de la obra de arte y el papel activo del receptor de las obras.
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- Escrito por Marina Valcárcel
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¿Y si acerco la silla vacía de la mesa de al lado? Sí, así. Las piernas en alto y los pies cómodos, libres. Un pie saca al otro del encierro de su sandalia que cae libremente sobre un adoquín, un sampietrini. La falda resbala a un lado y el sol entra por mis piernas. Cierro los ojos, detrás de mis gafas de sol. Dejo caer mi cuello hacia atrás, respiro. Largo. Estoy aquí, en Roma, sola, todavía con cinco días por delante... Me da igual que esa bocanada de aire, que aspiro sin poner límites, no resulte muy limpia. Llega con restos de humedad putrefacta de las orillas de Tíber y, también, con olor a tubo de escape de algún motorino en manos de un trasteverino de piel morena y ojos rasgados. Pero el aire llega al fondo. Muy al fondo de mis pulmones que se abren y se expanden en una sensación de felicidad sostenida, casi total, efimerísima y, por tanto, convertida en un tesoro.
Abro los ojos, remango aún más mi falda en un gesto de reto y descaro total. De dominio.
Todo empezó aquí. ¡Y he vuelto! A esta mesa de la esquina, con mi novela bajo el brazo. Al caffe en el que decidí intentar dedicar mi vida a la escritura. Después, todo ha sido algo distinto, como un matrimonio secreto de bastantes años. Escribo en las mañanas, robando el tiempo a mi otra vida, cuando nadie me ve, en silencio, generalmente encerrada, contra una ventana. Es como la pequeña pila de libros junto a mi mesa de escribir. Pasa desapercibida para todos, salvo para mi. Es mi ilusión. Y ahora he vuelto a Roma, sola, en un claro homenaje a mi misma.
Aplasto mi pequeño tenedor contra la tarta, entra suave, rompiendo las manzanas caramelizadas y descuartiza en mil pedazos su base descomponiendo todo el orden del plato y pulverizando de proyectiles tostados la blancura de la pequeña montaña de nata espesa. Lleno mi boca de un sabor dulce y ácido que me entusiasma; tiene un resto de canela. Vuelvo a respirar, pienso de nuevo en los sabores, miro a mi alrededor: esta extraña belleza de una esquina romana. La analizo. Las paredes que me rodean color Siena, desconchadas y engullidas por una hiedra diminuta que se ha hecho fuerte e independiente de su pared y ha emprendido su conquista sobre las lonas de las sombrillas que protegen las mesas del caffe formando enormes paraguas vegetales. Nada es categóricamente bonito aquí. Me reafirmo, o me pregunto, mientras sigo desentrañando los secretos de su gancho: los Fiat aparcados en batería en la acera de enfrente, los jóvenes romanos que se apoyan relajadamente contra ellos de conversación, con sus camisas blancas al aire, libres del orden de un cinturón. La Vespa azul que pasa y el gato espabilado, y más urbano que la moto, que salta casi bajo su rueda. Todo tiene una gracia distinta y espontánea. La música del dialecto romanaccio tan cantarín, tan alegre; el puesto de tomates, calabacines, girasoles y botes de agua mineral partidos por la mitad y transformados en jarrones de mazos de albahaca; todo tan apretado, su olor, su color.
Y un poco más adelante sereno e impertérrito, el atrio barroco y blanquísimo de Santa María della Pace, así, dejado a la improvisación de un escenario cualquiera y cotidiano.
Trago, acompaño mi trozo de tarta y mi divagación sensorial con un nuevo y amplio sorbo de capuccino, vuelvo a notar la canela y la espuma que disfraza mis labios. Sigo observando. Ahora toca la señora elegante que se ha sentado en la mesita de al lado, dentro de poco empezaré a inventar una vida entorno a ella. Miro mi ejemplar de "Helena", de Evelyn Waugh, dado la vuelta sobre la mesa y, mi lápiz. Tengo toda la tarde por delante. Para mi. Vuelvo a dejar que el capuccino resbale por mi garganta. Lo hace despacio y a pequeños empujones. Como las hojas de los plátanos que navegan por el cauce del Tíber. Entre los puentes.
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- Escrito por Clelia
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Una de las condiciones que el gobierno chino impuso al artista Ai Weiwei para concederle la libertad fue la prohibición de viajar al extranjero. Desde entonces, sus obras lo hacen por él.
También lo hizo con su padre, el prestigioso poeta chino Ai Qing, al que desterró a una granja de Manchuria en 1958, un año después del nacimiento del artista, prohibiéndole publicar sus obras. Y así pasó su infancia Ai Weiwei, sin acceso a los libros ni a la lectura. Quizás por esto, cuando su familia regresó a Pekín en 1975, el artista se zambulló en la vida cultural y reivindicativa de la ciudad. En 1978, entró en la Academia de Cine y fundó un grupo de arte vanguardista, Star, comprometido también políticamente y con el que nunca dejó de colaborar.
Este pasado configuraba una personalidad tenaz y reivindicativa y, también, una obra artística caracterizada por sus rasgos arquitectónicos y por su denuncia de las injusticias de su país: «Alguien tiene que plantar cara y hablar. Si no hablo me convierto en cómplice. Y ya está».
imagen: Las 100 millones de semillas de girasol de porcelana de Ai Weiwei, disponible en http://www.telegraph.co.uk, 2015
Sus años de juventud en Estados Unidos transcurrieron en contacto con algunos de los círculos artísticos más importantes y con movimientos como el minimalismo y el arte conceptual. Desde que llegó en 1981, experimentó con la fotografía y se empapó de artistas como Marcel Duchamp o Andy Warhol. Pero, de repente, la enfermedad de su padre le hizo regresar a Pekín en 1989. Centrado en la fotografía, el regreso a su cultura y a su pasado configuraban su personalidad artística: «Duchamp tuvo la rueda de bicicleta, Warhol la imagen de Mao, yo tengo un régimen totalitario. Es lo que está hecho para mí».
Sin querer desprenderse de la tradición, decidió utilizarla como arma de crítica social y de expresión personal. Posiblemente una de las obras que mejor representa este aspecto es Vasija de la dinastía Han con el logotipo de Coca-Cola, de 1995; un símbolo occidental marcado en un objeto propio del arte milenario chino.
imagen: Ai Weiwei – Vaso neolítico con logo de Coca-Cola, disponible en http://www.digitaljournal.com, 2015
Pero fue Internet lo que le dio un impulso increíble, convirtiéndose en su mejor arma de difusión. Cuando en 2005, la empresa china de Internet, Sina.com, le invitó a formar parte de su blog de celebridades, Weiwei descubrió infinitas posibilidades de comunicación. Nunca había usado un ordenador, pero según le comentó a la periodista Alison Klayman, directora del premiado documental Ai Weiwei: Never sorry: «Internet es lo que más me ha afectado (...) y me ha encendido».
Su difusión internacional llegó en 2008, con el diseño del estadio olímpico de los juegos de Pekín. El carácter arquitectónico de su trabajo hizo que fuera elegido como director artístico del proyecto junto a los arquitectos Herzog y Meuron. El popularmente conocido como The Bird Nest Stadium (Nido de pájaro) se convirtió en una espectacular estructura de acero de gran ligereza visual.
Después de esto, el interés por exponer sus obras fue en aumento. En 2010 realizó una de sus exposiciones más famosas en la Tate Modern de Londres. Con mucha disciplina y paciencia, llenó la sala de turbinas del museo con cien millones de pequeñas pipas de porcelana hechas y decoradas a mano por artistas expertos de la ciudad de Jingdezhen, en la obra titulada Sunflower sedds (Pipas de girasol). Para algunos críticos representó la unión del minucioso trabajo tradicional con el nuevo fenómeno económico reflejado en su mayor producto de exportación.
Después vendría otra de sus creaciones más reivindicativas. Tras el terremoto de Sichuan en 2010 en el que murieron muchos niños por el mal estado de las escuelas, Weiwei, además de encabezar un movimiento de denuncia en todo el país, realizó la obra conmemorativa Remembering, que se encuentra en el museo Haus der Kunst de Munich, en la que utilizó nueve mil mochilas de colores en una enorme construcción que abarca toda la fachada.
imagen: Instalación “Semillas de Girasol”, disponible en http://avaxnews.net/
El 3 de abril de 2011, el artista era detenido por la policía china y recluido en paradero desconocido. Esto provocó las protestas de los principales ámbitos culturales y sociales de todo el mundo y diferentes gobiernos, ONG e instituciones culturales enviaron mensajes pidiendo su liberación. Esta se produjo en junio de 2011, después de ochenta y un días de prisión en una celda mínima, reproducida en abril de este año 2014, en el museo Martin-Gropius-Bau de Berlín como parte de la exposición titulada Evidence.
Aunque durante este período el artista dejara de crear centrado más en su labor reivindicativa, los museos seguían exponiendo sus obras, por ejemplo, sus famosas Círculo de animales/Cabezas del zodiaco que han recorrido las salas de diferentes museos desde que se crearan en 2010. En España, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo era el primero en traer sus obras a nuestro país, en 2013. En esta exposición, titulada Resistencia y tradición, se mostraba el principal eje de su producción: China y la sociedad de masas, la producción desmesurada, etc., destacando la obra Descending light.
imagen: Ai Weiwei Descending Light, disponible en http://fundacionhelgadealvear.es
Todo lo organiza desde su estudio. Su gobierno no le deja viajar y el artista, en su afán de perfección, es capaz de estudiar de forma profunda y a conciencia los distintos espacios en los que va a exponer sus obras, a través de planos, fotos, imágenes digitales y, sobre todo, gracias a su bagaje como arquitecto; lo que sea necesario para sentirse presente en esas salas. Este año de 2014 sus obras se exponen en el Museo de Antropología de México, en el Blenheim Palace, en Inglaterra, o en la prisión de Alcatraz, en San Francisco, en donde el artista ha llenado de mensajes de libertad una cárcel mítica.
Es cierto que sus obras tienen valor en sí mismas sin la ayuda del marketing político que siempre lo acompaña, pero también es cierto que no se puede separar de su compromiso social. Alison Klayman ha dicho de él que «activa a otros» porque «es capaz de llegar a mucha gente y de hacer que la gente piense». Él ha dicho: «Una sociedad sin libertad para hablar es un oscuro pozo sin fondo. Y cuando está tan oscuro, todo lo demás empieza a brillar».
En nuestra web se pueden observar todos los detalles de su última muestra en la página Las 10 mejores exposiciones de Nueva York.
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- Escrito por Alejandra de Argos
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El Garage Center for Contemporary Culture, es un centro no lucrativo inaugurado por la coleccionista Dasha Zhukova en el año 2008 y localizado en una antigua estación de autobuses.
Desde el pasado 1 de Mayo han cambiado su nombre y ubicación a The Garage Museum of Contemporary Art en el Gorky Park, con el objetivo de convertirse en una referencia en el mundo del arte contemporáneo. "Do it Moscow" es la primera exposición que se presenta en el Garage después de su traslado.
Para esta muestra, el museo se transforma en un espacio interactivo donde los artistas aportan el concepto y las instrucciones para llevarlo a cabo. Se ha contado con cientos de personas que viven y trabajan en la ciudad e interpretan las instrucciones que fueron creadas por 80 artistas de todas partes del mundo. Los visitantes también forman parte activa, tanto como espectadores como participantes. Y el personal de la exposición va explicando cada una de las instalaciones para que el observador se involucre en las que le interese. Resultó una experiencia muy enriquecedora y amena por la singularidad de cada una de ellas. Grupos de estudiantes llenaban el espacio.
Esta iniciativa comenzó en Enero de 2014 y están involucradas, además de Garage, otras instituciones y museos de la ciudad de Moscú así como estudiantes y artistas creando nuevas propuestas. El público aporta las miles de interpretaciones con su participación en cada una de las actividades.
El primer contacto llega con una habitación caótica donde camisetas, almohadas, ropa interior o botas acampaban esparcidas por el suelo como sí acabara de ocurrir algo dramático. Todo ello acorde a las instrucciones del artista John Chamberlain e interpretado por Lawrence Weiner. El público, por nuestra parte, éramos invitados a cambiar el curso del evento variando la composición.
Otra de las instalaciones eran unas estructuras tejidas en punto de colores en respuesta a la proposición de la arquitecta Sejima Kazuyo de construir arquitectura para los perros. Mientras, un alumno del Moscú Art Lyceum tomaba fotos siguiendo las instrucciones de Christian Boltanski. La monitora insistía en que los perros debían llevar bozal.
El artista chino Cao Fei había dispuesto un púlpito donde los participantes asumíamos el supuesto rol de presidentes recien elegidos para asumir el gobierno de nuestra nación. Desde ahí, pudimos dar un speech presidencial de 20 minutos, grabándose nuestro discurso.
Erwin Wurms por su parte, nos invita con sus instrucciones a introducir nuestras piernas en las mangas de un jersey y permanecer como esculturas en esta posición durante 20 segundos.
Otra sorprendente proposición consistía en un cartel que decía " alquila" y por 20$ te podías llevar a casa por un día un cuadro del controvertido artista guatemalteco, Aníbal López. El dinero recaudado, dice Lopez, ayudará a otros artistas a crear un nuevo trabajo.
Las proposiciones eran muy variadas; una pared de Carlos Cruz Diez, una esquina con las montañas de caramelos del artista Félix Gónzalez-Torres, estanterías con las portadas dibujadas por niños de los libros que les gustaría leer, cuadros pintados por estudiantes del British School of Desing of Moscow, garabatos.... Todo ello conforma esta exposición, reafirmando la dedicación de la institución por involucrar al creador con la audiencia. El artista y arquitecto de origen griego Andreas Angelidakis es el encargado de crear este ambiente único. Por su parte, las obras e instalaciones serán destruidas al finalizar esta efímera exposición.